La confianza

La confianza

La confianza

Patricia Arache.

Desde siempre he creído que una parte importante de la vida es la esperanza, que es esa oportunidad de aspirar a algo con la confianza, casi ciega de que podrás alcanzarlo.

Por ello, la esperanza es un elemento que, probablemente, no falta en la agenda de persona alguna, sin importar la edad, procedencia o aspiración.

Esperanzas de vida, tienen los enfermos, esperanzas de pan, los hambrientos, esperanzas de libertad, los recluidos, esperanzas de agua, los sedientos, esperanzas de empleo, los desocupados; esperanzas de paz, los que están en guerra, en fin, esperanzas y esperanzas.

Hay quienes no valoran la confianza y la esperanza en su justa dimensión y no tienen el menor reparo en afectarla, sobre todo, si quienes la poseen son desheredados de la fortuna. ¡Ay qué dolor y qué pena!

Gente que juega a la mentira, al engaño, traiciona, despoja, promete, embauca y no desaprovechan ninguna oportunidad para pretender salirse con las suyas.

Son prácticas, no solo de desalmados, mequetrefes y alfeñiques sin ninguna calidad moral, sin escrúpulos, que roban, asaltan, extorsionan o matan, a veces en forma “sofisticada”, como lo han hecho contra el programa “Supérate”, que favorece a personas frente a las que el Estado Dominicano tiene el compromiso de asistirlas con algún aliciente para reducir su pobreza extrema.

Algunos políticos, también, incurren en ellas. Prometen e incumplen, con lo cual secuestran la confianza y la esperanza de millones de gentes que, con la expectativa puesta en el bienestar social que trae consigo educación, salud, alimentación, vivienda, empleos, servicios, acuden periódicamente a las urnas para elegirlos.

Por tanto, no es capcioso aprovechar la importante coyuntura socio-política que vive el país, inspirados en el cambio, para abogar por el rescate de la dignidad de las personas, y sobre todo, por el respeto a la confianza que ellas depositan en los demás.

Es tiempo de revalorizar al ser humano en el respeto de sus condiciones, en la conciencia de la convivencia, en la esperanza del porvenir, en la fe y en la confianza de que no todo está perdido.

Y, hay que hacerlo, a pesar de que uno que otro, o muchos que menos, creen que desde el Poder se puede hacer y deshacer sin importar a quien se agreda; que desde las instancias económicas pueden humillar y denigrar, que desde esferas sociales y políticas o empresariales pueden convertirse en obsoleta casta imperial (jajaja ¡qué risa!: “los diputados somos príncipes”).

Corresponde a quienes históricamente han tenido el compromiso de construir y dirigir los destinos de la nación que, aunque muchos no quieran admitirlo son los políticos, restaurar profundas heridas sociales con acciones y realizaciones sanas y transparentes; mostrar que el sistema de partidos puede ser rescatado de los brazos del desprestigio y la insignificancia en la que ha caído. Y demostrar que no todo está perdido.

Es necesario, hoy más que nunca, que la reflexión se haga presente a favor de la gente, de sus necesidades, de sus ansiedades y, por supuesto, de sus esperanzas y de su confianza. Lo necesitamos, para seguir desarrollándonos como país.