La clase baja es la inmensa mayoría de la población, representando el grueso del electorado: es la que tiene los votos. La clase alta concentra la mayoría de los recursos económicos, financiando las campañas electorales: es la que tiene los cuartos.
Por su lado, la clase media ni es tan numerosa, ni tiene tanto dinero. Y ya ustedes saben: “la soga se rompe por el lado más débil”.
Podría decirse que cargar a la clase media con la factura de una reforma fiscal es lo más acertado, si se mira desde un enfoque meramente electoral, y por eso se suele tomar ese camino… Pero hay otras variables de esa ecuación que es importante tomar en cuenta.
La clase baja vive el día a día, y no tiene tiempo ni condiciones de reflexionar sobre asuntos nacionales, adoleciendo, además, de capacidades y medios de articularse y movilizarse.
La clase alta tiene muy claros sus intereses. Sus negocios y privilegios están por encima. Tienen mucho que perder.
Mientras, la clase media posee la formación y las condiciones que le permiten reflexionar, así como capacidad de articulación y movilización.
Por eso la clase media, si bien no es el sector más importante en términos de votantes ni poder económico, es el segmento más determinante, siendo el catalizador de los movimientos sociales y las transformaciones. Lo cual ha quedado evidenciado en la historia dominicana reciente.
La economía no es asunto de números solamente, de ser así estuviera entre las ciencias exactas, como la matemática. Sin embargo, la economía es una ciencia social, donde los números interactúan con la sociedad y sus repercusiones son impredecibles.