Recientemente me llegó la noticia de que había sido derribada la chimenea del ingenio Boca Chica. Sin pena ni gloria fue desaparecido el único recuerdo de lo que una vez fue la principal fuente de ingresos de esa importante comunidad.
Que aún se erigía imponente como recuerdo de una época.
Cuando esa chimenea aún echaba humo, en Andrés y en Boca Chica no había nadie que directa o indirectamente no estuviera vinculado a ese ingenio. Quien no cortaba caña, trabajaba en el ingenio, el ferrocarril o los talleres, o tenía algún negocio para suplir de algún servicio a los trabajadores.
Con esa chimenea cayeron décadas de historia. Ella era un verdadero patrimonio cultural de nuestro país, y de lo que una vez fue la principal fuente de ingresos de nuestra nación, un símbolo de un Estado fuerte que tenía importantes industrias.
Pero lo peor no es eso, que ya es muy malo. Lo peor es que quienes la derribaron pretenden quedarse con esos terrenos, que de manera dolosa se adjudicaron, con la estructura mafiosa que existía en el CEA, privando a una comunidad de decenas de miles de habitantes de su única posibilidad de tener ese espacio público para instalaciones deportivas, áreas recreativas, servicios, etc.
Boca Chica es el municipio que tiene más academias de béisbol, es la cuna de importantes deportistas y atletas, pero no tiene un centro olímpico… Y quizás nunca lo tenga.
Ojalá y la avaricia, el dolo y la corrupción no se impongan por encima del derecho de una comunidad a tener espacios públicos de calidad.
El pasado 27 de febrero, aniversario de nuestra Patria, la chimenea del Ingenio Boca Chica, que tanto humo y cenizas arrojó, símbolo de que la zafra estaba en pie, volvió a echar humo, o más bien polvo, que se alzó a los cielos al momento mismo de su caída.