Este es un pueblo muy confianzudo, al que le dan el pie y se coge la mano. A cualquier persona acabada de conocer la tuteamos, sin importar que se trate de un muchacho o de un señor respetable.
Los ejemplos sobran: a los presidentes de la República de los últimos años les tratamos como si fueran nuestros amigos íntimos y les llamamos simplemente Danilo, Hipólito, Leonel… Y todo el mundo sabe de quién hablamos cuando nos referimos a Milagros, Margarita, Cándida, Miguel, Yeni, Monchi, Vincho, Juan Bolívar, Roberto…
Podría llenar páginas con otros nombres de pila con los que los dominicanos nos referimos a las demás personas. Pero el asunto no se para ahí, sino que se aplica también a otras situaciones, como a la creada por la enfermedad de moda, la Chikungunya, llamada cariñosamente por la prensa dominicana como la “Chikun”.
A propósito de la Chikun, que parece sentirse a gusto en el área caribeña, transmitida por el mosquito pomposamente conocido como “aedes aegipti’’, me viene a la memoria el celebrado poema negroide del poeta Rubens Suro titulado “La rabiaca del haitiano que espanta mosquitos”, cuyo mejor intérprete ha sido, sin lugar a dudas, el malogrado declamador Carlos Lebrón Saviñón.
“Yo quema oja seque -dice una de sus estrofas- a be si se ba, yo quema paper, yo quema de tó… y él pasa mu cerque de mi negre piel, juega con el hume, hace culiñique y buebe a sunbá…”
Bueno… habrá que hacer brujería antes de que la Chikun acabe “con tó”…