La caída de un reino

La caída de un reino

La caída de un reino

Celedonio Jiménez

Vamos hacia el fin de un reinado. Los resultados obtenidos en las elecciones municipales en todo el país, hace apenas dos días, así lo confirman.

El Partido de la Liberación Dominicana (PLD) fue un partido que en sus inicios suscitó grandes esperanzas o admiración a lo quienes estaban dentro o fuera de él. Esperanza o admiración por su proclamado propósito de completar la obra liberadora de los trinitarios, por las expectativas de democracia y bienestar que generó, y por la marcada disciplina que exhibió en su interior.

El PLD, en su Declaración de Principios llegó a concebirse como partido único en América, entre otras cosas, por su declarado “carácter democrático”. Para este partido, según sus formulaciones, consolidar las instituciones y los valores democráticos del país, debía ser “su norte”.

Respecto a la unidad llegó a plantear que era “una condición fundamental de su existencia”.

Pero la verdad es que la mayor parte de las señaladas aspiraciones, propuestas y perfiles del PLD se fueron desfigurando al poco tiempo de que se alzó con el poder.

Las ambiciones de líderes y de grupos, fueron puestas por encima de los intereses del partido y de la nación. Pronto el PLD perdió el carácter de la democracia interna y pronto se hizo incapaz de practicar la concertación en su interior.

Las transacciones pulseadas, que hasta un tiempo se produjeron, supusieron en el fondo una imposición de poder e intereses.

El fin del reino del PLD, se hizo evidente desde que, como lo reconocieron militantes y cuadros peledeístas, en su interior se usaron “campañas sucias” de unos altos dirigentes contra otros.

Anunciaba su caída, que el dirigente del PLD, Melanio Paredes, en representación de otros tantos directivos, reiterara la condición de ilegalidad en que se desempeñaban las altas autoridades de su partido.

La caída del PLD se veía venir, en tanto que con el tiempo se fueron recortando los derechos de la militancia. Y ante una militancia menoscabada en sus derechos, resaltaba la existencia de un comité político inamovible, sempiterno, todopoderoso.

Huérfano de democracia, de unidad, de disciplina, el PLD, como partido de gobierno, no podía seguir reinando. Igual, no podía seguir reinando un partido con absoluta falta de voluntad para demandar la investigación de actos de corrupción desde el poder e imposibilitado de levantar su voz contra la corrupción.

Pero más que todo estaban incapacitados para reinar, quienes, no obstante décadas de un sostenido crecimiento económico, no han logrado el progreso real de la mayoría de los ciudadanos y sólo la han “boroneado”.

El país necesita un cambio, y no principalmente de personas y de partido. Necesita un cambio de rumbo hacia el bienestar, la justicia y el decoro. El país aspira a ese cambio, lo necesita y lo merece. Pero, por favor, la ciudadanía espera que los nuevos “incumbentes”, no se conviertan en más de lo mismo o parecido.



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