La bestialidad de las bestias

Los muchos dioses griegos bajan a la tierra desde el Olimpo; se establecen en los lares del vasto Imperio Romano, en cuyo seno nace el Cristo que cambia el rumbo de la humanidad. Humanidad que hurga los suelos del planeta en búsqueda constante de crecimiento físico y espiritual.

De los mares despiertan las moles del Continente Americano, hasta entonces ignorado, y este también acoge a los visitantes de tierras extrañas.

El planeta Tierra ahora se divide entre Oriente y Occidente: Oriente musulmán, que adora a su deidad que lleva el nombre de Alá; y Occidente júdeo-cristiano, fiel creyente en Jesucristo, hijo del Dios único.

Inician las guerras fratricidas entre una y otra mitad de la Tierra, ambas en disputa por la hegemonía de su Dios Único y Verdadero. Pero nada fanatiza más al hombre que sus creencias religiosas, que le prestan alas e infunden la energía vital para realizar el largo viaje al paraíso soñado del eterno Más Allá.

Mas esa misma fuerza y energía lo convierten a la bestialidad, con capacidad para atentar contra su propia naturaleza humana y, por ende, racional. Ya que inhumanos fueron los últimos y anteriores

actos deplorables terroristas ocurridos; los últimos en París, y los próximos, sólo esas retorcidas mentes saben dónde se realizarán. La amenaza cunde para todo el Occidente “impío”, si no nos acogemos a los dictados de su Alá , y eso, sin duda cabe, nos incluye a todos los pueblos que de este lado estamos.

Es posible que para aquella masa inhumana y ancestral fanatizada no seamos más que un granito de arena en el vasto desierto global; mas no es momento para darnos por vencidos y seguir luchando, tal y como nos motiva el reconocido político y gran pensador uruguayo Raúl Sanguinetti, preconizador de nuestro preconcebido conflicto presente, el expresidente de Uruguay ,quien dice antes de estos atentados que “…si creemos en las libertades y en la razón, en que al “César lo que es del César y a Dios lo que es de Dios”, debemos usarlas para defenderlas como siempre, con la pluma y – desgraciadamente – también la espada”. Amén.