Muchos se habrán preguntado por qué en el podio de los discursos de campaña de Joe Biden, candidato demócrata, en su frontispicio se leía la siguiente frase en inglés: » The Battle for the Soul of the Nation «… ( La batalla por el alma de la Nación).
La frase, su contenido épico evoca en cierta manera, los giros exquisitos y patrióticos del Abraham Lincoln de cuando Gettysburg, un Lincoln que en su tiempo todos le conocían su afición por las profundas lecturas de William Shakespeare. Y no hay que olvidar que la batalla de Gettysburg fue esencial para templar en sus inicios
la llamada guerra de Secesión (1961-1965) …
LA METÁFORA DE LA LUCHA POR EL ALMA DE LA NACIÓN: DISCURSO BIDEN DEL 7 DE NOVIEMBRE
El discurso de Joe Biden, una vez proyectado como presidente electo , el 7 de noviembre tenía la metáfora Linconiana por excelencia : curar la nación, buscar la reconciliación, habida cuenta de que 77 millones de votantes contra 72, tampoco es algo que un político que ha ganado, puede ignorar : la ola conservadora y oscurantista representada por el llamado Trumpismo, representa una fuerza electoral con poder activo en la redes, que no tiene recato alguno en inventar todo lo que sea posible, para aborregar millones de gente cuya vocación es la masificación y la repetición como loros aztecas, del Oraculum de la mentira que representa su líder Donald J. Trump, quien a estas horas fragua sus ataques legales contra lo que prácticamente es un hecho : la incuestionable victoria de Joe Biden…
Ese discurso de Biden, comenzaba su batalla por la lucha para reivindicar el alma de la nación, dividida con mentiras y triquiñuelas por un personaje cuya vocación por el espectáculo bananero y vulgar, poco ha mostrado aún.
Mientras todavía el aún presidente Donald J. Trump prepara todas sus últimas fuerzas, para robar unas elecciones que no ganó, Biden consciente de la quiebra que significa para la nación, aún ganando el voto popular por más de 50. % contra un 47 % de Trump sabe muy bien que el tono conciliador ante la actual polarización es lo adecuado, es urgente y delicado.
Reviste sus palabras en ese discurso muy equilibrado de un alto tono sincero, de fuerza ciudadana que ante el azote de la pandemia, más de 10 millones de casos, el más alto mundial, sus palabras deben ser de esperanzas y de unidad, por más difícil que sea la tarea en este sentido.
Una batalla por el alma de la nación, incluye a todos los estadounidenses, no importa si son republicanos o son demócratas, rojos o azules respectivamente. Ante la gerencia humana de la crisis sanitaria, Biden insiste con vehemencia, en un discurso que más que de la victoria es de la unidad americana, que es un tiempo de nación y de cura, que es un tiempo de trascender el veneno de la división, que ya una vez Lincoln dijera que solo puede venir desde dentro, con todas sus heridas internas.
LA SOMBRA DE LINCOLN EN LA CRISIS ELECTORAL DEL 2020.
Desde 1863 hasta el momento, aquella hora de confrontación aguda en la nación americana, han pasado 157 años.
Ahora no se trata de la guerra de Secesión, sin embargo, obsérvese que el elemento racial que se arrastra desde entonces, está presente de nuevo esta gran crisis constitucional, originada por el ego de un presidente enfermo cuya megalomanía pudiera llevar al país al borde de una guerra civil, alimentando con su desconocimiento de la victoria de Biden, un próximo caos nacional, de consecuencias impredecibles.
La historia no repite contextos y las similitudes pueden crear espejismos confusos en las interpretaciones posteriores, pero algo está claro: en la lectura actual del voto popular de las últimas elecciones de los Estados Unidos de América, 77 millones de votos de Biden contra 72 millones de Trump, dejan una estampa clara y neta de un país dividido, pero al mismo tiempo no se puede perder de vista que 77 millones de votos, como expresión popular, más las celebraciones en las ciudades de júbilo, permiten entender el hartazgo que había producido la actual administración en un vasto sector de la población.
En la actual crisis electoral-constitucional, cuando hablo de la sombra de Lincoln lo hago porque intelectuales, escritores y pensadores en los EE. UU que se manejan con sensatez, hablan de reconstruir lo que Trump y sus apandillados en el poder ahora han destruido.
Renovar el país, hacerle volver a su liderazgo mundial, hoy averiado por las falsas interpretaciones de las relaciones mundiales que la gente de Trump ha hecho en la escena internacional, hoy relajada con el resultado electoral.
Las visiones del mundo exterior, han sido demenciales, asumidas con teorías conspiracionistas fatuas, infundadas.
El discurso de Abraham Lincoln, cuya elocuencia todos alaban desde siempre, en los momentos de la reconstrucción de la Unión luego de la guerra de Secesión, tienen algo en común con este momento de la historia norteamericana: se pide paz y unidad, se pide reflexión y la búsqueda de la fortaleza de la nación desde dentro, buscando el mejor arbitrio para una armonía, que permita iniciar un mejor futuro…
LOS PROBLEMAS DE UNA TRANSICIÓN O TRUMP COMO ELEFANTE EN VITRINA
Por el profundo respeto que he tenido siempre, cariño incluido, por los llamados Natives of America, los indios de América, no he calificado a Trump y sus desmanes recientes, como acciones de caballo loco rabioso, pero no sería para menos. Ha despedido al ministro de defensa Mark Speer, el mismo que al desautorizar al presidente Trump en el pasado mes de junio para usar fuerzas militares contra los manifestantes ante la Casa Blanca, no avaló esa postura represiva presidencial…
El jefe del Departamento de Estado Mike Pompeo, acaba de pedir » una transición tranquila para Trump «.
El propio presidente acaba de hacer cambios estratégicos en el Pentágono, como si se preparara para una guerra interna,a largo plazo. William Barr, el fiscal general hace amagos para que la justicia parcial que lleva en favor del presidente » detecte fraudes » a lo largo de la nación. Mientras pocos republicanos autorizados hacen escuchar su voz en favor del triunfo electoral de Biden.
Pensándolo bien, pero muy bien: todos estos días en los Estados Unidos, parece que la historia se repite, creer eso es no pensar: la historia nunca se repite.
Similitudes de hechos o personajes y circunstancias parecidas, en apariencia, eso sí puede ser, por ejemplo: Donald Trump no es John Adams, el segundo presidente de los Estados Unidos de América, tampoco el año 1801 es el 2020. Sin embargo, ohh Lord: todo parece indicar que casi casi estamos ante un nuevo episodio como en 1801, cuando el presidente Adams se negó a salir de la Casa Blanca, para dar paso al presidente entrante Thomas Jefferson.
Si Trump no desaloja al mediodía del 20 de enero del 2021, pagará muy caro su terquedad: el sistema de desobediencia se dispara de modo automático y Donald Trump, desalojado de la Casa Blanca, será siempre oscura leyenda, aunque subsista el férreo Trumpismo, lleno de baratijas fanáticas y mujeres rubias, que dicen haber hablado con Dios y que tenía cara de nubes y brilloso peinado de Trump.