Más allá de Donald Trump convertirse en el cuadragésimo séptimo presidente de los Estados Unidos en las pasadas elecciones, su triunfo abre una brecha de incertidumbre sobre temas cruciales. En este caso los derechos femeninos e igualdad de género.
Algunos entienden que la respuesta más atinada a estas preocupaciones se encuentra en el discurso del republicano, resumido en «una vuelta a la protección de los valores tradicionales».
Pero el asunto no es tan sencillo. Lo fuera si de los 260 millones de electores, los 74 millones 200 mil votos obtenidos por Trump no hubieran procedido del sector masculino (comunidades blancas y latinas).
Los hombres, jóvenes en mayoría, se han empoderado como principal bastión trumpista. Fenómeno atribuido a tendencias conservadoras heredadas de ancestros generacionales.
Esta franja de votantes rechaza políticas a favor del aborto y los derechos reproductivos, enarboladas por los demócratas. No está de acuerdo con el movimiento feminista y la igualdad de género.
Los 70 millones de votos obtenidos por la demócrata derrotada, Kamala Harris, fueron mayoritariamente de mujeres. Un claro rechazo a la agenda conservadora republicana. La polarización fue obvia.
La revocación de la Roe v. Wade, en 2022, que convirtió en legal el aborto en EE. UU. fue uno de los logros más celebrados por el nuevo mandatario. y el ala conservadora, durante la campaña.
Su administración anterior prohibía a las organizaciones internacionales usar fondos no estadounidenses para proporcionar servicios de aborto o incluso para ofrecer información sobre el tema.
Desechada esta política en 2021, lo más probable es que los republicanos, con mayoría en las cámaras, la recupere.
La actitud del nuevo mandatario hacia las mujeres y sus comentarios sobre temas sexuales han permeado de controversia su trayectoria política.
La grabación dada a conocer en 2016, donde alardeaba de manosear a las mujeres sin consentimiento y las acusaciones de acoso y agresión sexual no fueron obstáculo para su triunfo.
Otro frente que tiene la barba en remojo es la comunidad LGBTQIA+, en particular el trans género.
Desde que asumió el primer mandato, Trump impulsó políticas claras en torno a estos. Prohibió su inserción en el ejército y la revocación de los derechos en el ámbito educativo y sanitario.
Estas posturas refuerzan la idea de que, bajo su nuevo gobierno, los trans, féminas y minorías de género estarían más expuestas a limitaciones.
El impacto de que esto llegara a concretizarse supera las fronteras estadounidenses. Se recuerda las alianzas que se hicieron con regímenes autoritarios, lo que podría implicar retroceso en igualdad de derechos de las mujeres en países como Siria, Irán y Gaza, donde estas de por sí ya enfrentan retos.
La victoria de Donald J. Trump es un claro desafío al exceso de derechos, cultivado al amparo de la igualdad de género de la Agenda 2030.
Pero haber sido reelecto, a pesar de las acusaciones en su contra, envía un mensaje aún más devastador: los machos poderosos pueden actuar impunemente sin enfrentar consecuencias. Y más si cuentan con el respaldo de 74 millones 200 mil votantes.