La abundancia de noticias inútiles, incluyendo “fake news”, y de opiniones anodinas, tóxicas y chantajistas, sumadas al impacto de ese río desbordado que conocemos como redes sociales, elevan cada vez más el nivel de infoxicación de la audiencia, generando una creciente crisis de atención.
La infoxicación, que también equivale a infobesidad, no es más que una sobrecarga informativa que impide la concentración, la comprensión y, por tanto, limita la toma de decisiones a partir del mar de confusión que genera.
Algún método habremos de encontrar para medir el grado de toxicidad que la selva mediática causa en República Dominicana, a un extremo tal que arrastra el esfuerzo por imponer lo relevante de parte de periódicos, portales, así como programas de televisión y radio dignos de atención.
En la era de la hiperconexión, los productores de basura mediática son osados y se sienten seducidos no solo por la multicanalidad, sino también por la generación de contenidos líquidos para atacar por todos lados en una suerte de ejercicio de omnipresencia.
Por la saturación que provocan estos actores –muchos de ellos sin la base que proveen las ciencias de la comunicación- los mecanismos de defensa de la audiencia, para no perder el juicio, se disparan y una de las salidas es la desconexión.
Esto se logra oyendo sin prestar atención, viendo sin comprender o simplemente captando segmentos en una lectura vertical y discriminatoria, como quien camina sin disfrutar el trayecto saltando montículos de estiércol para no ensuciarse.
Un periodismo que aspire a captar la atención se encuentra ante retos proverbiales vinculados con la calidad, la credibilidad, los contenidos abreviados, novedosos, seductores, transmedia, inteligentemente segmentados y creíbles. Se trata de valores condicionantes de la inversión publicitaria rentable que mira más allá de los volúmenes de circulación, el tráfico y el alcance de la señal televisiva o radiofónica.
La atención se ha convertido hoy en día en un bien escaso y los medios de comunicación que puedan capitalizarla –escapándose de la Torre de Babel y del ruido selvático con información y opiniones útiles- serán los más exitosos, los sobrevivientes.
La cháchara que nos inunda tiene los días contados como negocio en la industria de la comunicación.