La migración de profesionales de alta calificación del sector privado al gobierno puede tener tres lecturas clave: fervor patriótico basado en el compromiso de cambiar el país; buscar cobijo soberano ante la debacle de la economía, que abre caminos de incertidumbre, o las escasas oportunidades para la libertad económica con el desarrollo de emprendimientos.
Es probable que los tres enfoques sean razones conjuntas para algunos talentos. No lo dudo. No creo, sin embargo, que la generalidad se monte en ese trípode. Hay quienes -con razón- miran en amplio horizonte y se ven entrados en edad, con pocas fuerzas, problemas de salud y carga económica.
Vejez y pobreza son un cóctel maldito.
Se podría pensar que una jugosa pensión -en un país que necesita hacer muchos esfuerzos desde el punto de vista salarial y de la aportación para lograr un retiro digno- es la mejor salida. Por eso hay quienes deciden “sacrificarse” para servir al Estado en el mejor sentido del término. Es válido ser justamente compensado al agregar valor a la cosa pública y gerenciar con ética y eficiencia.
Pero hay truhanes, imbéciles, productos polítiqueros de poca monta que me hacen sentir dolor en el alma al tributar para su lujoso retiro, mientras sudo a raudales y trabajo en exceso para sostener mi emprendimiento, a mi familia y contribuir con el sistema de pensiones.
Desde cualquier mirada, estamos ante un escenario injusto, asimétrico, inicuo e intolerable.
El país requiere una reforma de amplio calado (ojalá Luis Abinader aproveche la oportunidad para aplicarla en su tiempo) que permita reducir el costo de crear una plaza de trabajo, eliminar cargas subyacentes, “para-impositivas”, que penalizan los negocios y desaniman el pago de salarios decentes. Romper eso sería una revolución.
Los trabajadores estarían aportando más para su retiro y esto -en conjunto con un mayor rango de opciones para la rentabilidad de los fondos de pensiones- crearía un círculo virtuoso.
Pero sería mucho mejor si el sistema de pensiones fuera uno solo, en el que convivan los ciudadanos comunes y la casta privilegiada creada por la política de baja calidad que nos ha golpeado.