52 días transcurren de este 2020 y el mismo no nos da tregua. Un acontecimiento sucede al otro, como para que entendamos que debemos fortalecer aún más nuestra armadura de la fe a fín de poder resistir los embates que cada día nos dan los eventos en todos los órdenes.
Es como si en contubernio, esos eventos quisieran minar nuestra confianza y el conocimiento pleno de que Dios es soberano y pone el querer como el hacer cuando emite Juicio, por lo tanto no dudemos que sus propósitos son buenos y perfectos.
Los humanos, en su gran mayoría, de tanto creernos sabios, nos hacemos necios, y en esa necedad erramos, pero lo más triste de eso es que no lo aceptamos y erramos aún más, porque no buscamos la sabiduría y el consejo de Dios sino que nos apoyamos en nuestra propia prudencia, olvidándonos que nuestros hechos son pesados en la balanza divina y esta es medida con peso justo y sin aviso previo.
Cuando sucede esto, muchas veces nos precipitamos y caemos al vacío, y entonces nos damos cuenta que tuvimos una y mil oportunidades de hacerlo de otra manera pero no nos gustó esa alternativa y ya no hay vuelta atrás, no porque no queramos hacerlo, sino porque lo dispuso Dios.
Lo anteriormente dicho nos sucede a diario una y otra vez y por supuesto, con un mayor peso en el mundo espiritual, pues esta falta de conección con nuestro creador nos está minando hasta lanzarnos al abismo, y es que sencillamente, le hemos dado la espalda a Dios, olvidándonos que la vida es tan corta y solo durante la misma, tenemos tiempo de hacerlo bien.
Nuestra muy amada República Dominicana esta pasando momentos difíciles y sumamente delicados, tenemos una y mil razones por la que estar preocupados y en alerta, pero no dudemos en ningún momento de que esta tierra es muy amada por Dios, ni siquiera alcanzamos a ver la magnitud de esta hermosa realidad espiritual, por lo que no me cabe la menor duda de que sus propósitos de bien, equidad y justicia prevalecerán y créanme que será a la Manera de Dios.
El Salmo 46 en la Biblia nos dice: ¨Dios es nuestro amparo y fortaleza, nuestro pronto auxilio en las tribulaciones, por tanto, no temeremos, aunque la tierra sea removida, y se traspasen los montes al corazón del mar; aunque bramen y se turben sus aguas, y tiemblen los montes a causa de su braveza¨.
Oremos por nuestra nación, Dios tiene atentos sus oídos a nuestro clamor. Quiero dejar en el sentir de cada uno de ustedes las palabras de nuestro Prócer Juan Pablo Duarte: “No es la cruz el signo del padecimiento, es el símbolo de la redención”. República Dominicana le pertenece a Dios.