Según el diccionario de la Real Academia de la Lengua, la palabra angurria significa: deseo vehemente o insaciable, avidez, codicia.
Y la verdad es que no encuentro otra palabra más adecuada para definir la actitud de algunos empresarios dominicanos que plantean aumentar de 44 a 48 las horas laborables, cuando en otros países se discute desde hace décadas bajarlas a 40.
Vamos como el cangrejo. Evidentemente, sería un retroceso, pues el régimen de la jornada laboral de 44 horas a la semana data de cuando Trujillo.
Engreídos frente a un movimiento sindical débil, la cúpula empresarial, que no todos los empresarios, pretende arrebatar conquistas logradas por los trabajadores tras décadas de lucha.
Además de proponer que los asalariados aceptemos trabajar más horas por el mismo salario, los patronos plantean reducir o eliminar la cesantía, ampliar el período de prueba, que los más jóvenes acepten un “primer empleo” por la mitad del sueldo durante un año, y quitarles la protección a las embarazadas.
El argumento es que con la “flexibilización” de las leyes laborales, el sector productivo nacional sería más competitivo (a costilla del trabajador, por supuesto).
Todo esto es puro cuento. En el fondo subyace la ambición desmedida de un sector empresarial que, lamentablemente, se ha quedado atrás y no se ha puesto a tono con los tiempos.
Empresarios que no invirtieron a tiempo en tecnología, que no se empeñan en capacitar a su personal, y que en lugar de demandar al gobierno un suministro de energía a precios más razonables, que se eliminen las trabas burocráticas y que haya menos corrupción, prefieren coger piedras para los más chiquitos.
Pero pregúntele a uno de esos empresarios -que aparentemente quieren esclavos antes que empleados- si está dispuesto a discutir su margen de ganancias, de eso no quieren hablar.
Se estima que por cada 100 dólares que un empresario norteamericano invierte en EEUU se gana unos dos dólares, mientras que el de aquí quiere ganar cincuenta , eso, si es algo consciente y si la competencia lo obliga, que si no aspira ganarse el 100%.
Lo que no saben estos angurriosos es que si imponen una modificación al Código de Trabajo como ellos quieren, podrían estar destapando una caja de Pandora y se podría resquebrajar la paz laboral que ha imperado en el país.
Si siguen apretando la tuerca se podría desatar un pandemónium en el que se perderían los huevos y el caldo… y todo por la angurria de algunos. ¡Ojalá y orégano no sea!
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