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La Amistad en extinción

Con el título de El Declive de la Amistad, un artículo reciente de una publicación norteamericana, emite juicios y aporta datos según los cuales, la amistad, ese vínculo grandioso que ha unido a los humanos, va convirtiéndose en una especie en extinción.

Se habla “la recesión de la amistad” y de una “tendencia decreciente de la gente a establecer amistades significativas” con sus semejantes.

La cantidad de norteamericanos que dice no tener ningún amigo cercano, ha crecido en un doce por ciento desde 1990; que antes, las personas entablaban más fácilmente conversaciones con desconocidos en lugares como la cafetería, una sala de espera, el vagón del metro, la cola de un banco, etc., y ahora la gente se ubica sola, lo más aislada y desconectada posible de la concurrencia; que la cantidad de personas que comen solas en Estados Unidos ha crecido en un veinte por ciento en los últimos dos años.

La soledad se va convirtiendo en hábito. Las reuniones religiosas, deportivas, en clubes sociales o instituciones voluntarias, que ayer contribuyeron a hacer amigos, se vuelven cada vez más escasas, porque cada quien prefiere concentrarse en las redes sociales. Y según el artículo aludido, muchos les dan más importancia a quedarse con los animales tenidos por mascotas, que a reunirse con humanos.

La Universidad de Stanford ha introducido un curso llamado Diseño para Amistades Saludables, y así resulta que eso de hacer amigos, que hasta ahora se hacía de manera espontánea y natural, ahora hay que ir a aprenderlo en la universidad.

Que grande fue Carlos Marx, que ya en el Manifiesto comunista de 1848, sostuvo que la burguesía y su orden capitalista, habían roto las viejas relaciones humanas para no dejar existir entre los hombres otro vínculo que “el frío interés y el pago al contado” y que hasta las relaciones familiares las habían convertido en relaciones puramente de dinero.

Si eso fue escrito en la época del capitalismo de la libre competencia, qué no será hoy en los tiempos del imperialismo, de capitalismo salvaje y su doctrina del neoliberalismo, cuando el egoísmo se cultiva como doctrina y se ensalza por virtud, con la tesis aquella de que “cada hombre es un fin en sí mismo” y lo colectivo y los semejantes carecen de importancia.

Esta realidad hay que exponerla y desafiarla, buscar y conquistar la amistad donde quiera que pueda ser hallada y principalmente, organizarse colectivamente para transformar radicalmente un sistema que convierte al hombre en el lobo del hombre.

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Rafael Chaljub Mejía

Columnista de El Día. Dirigente político y escritor.

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