Por Daris Javier Cuevas
El economista británico, John Maynard Keynes, desde principio del siglo XX situó sus ideas en el epicentro del debate económico de la época, fruto del impacto que estas tuvieron en las teorías económicas y la reorientación de las políticas de la economía moderna. Se trataba de como los gobiernos habían asumido las políticas fiscales para enfrentar la crisis que arrastraba a la economía mundial, lo que representaba un desafío al paradigma económico predominante.
Con la teoría general de la ocupación, el interés y el dinero, Keynes sustentaba sus argumentos sobre la demanda agregada y en el cual explicaba las variaciones del comportamiento de la actividad económica y su colapso durante la gran depresión de 1929. La incertidumbre predominante parecía no tener fin y que la economía no lograría su recuperación, pero resulta que las recomendaciones de Keynes se convirtieron en el antídoto a la crisis que permitió la reactivación del sistema económico global, superando los 10 años de duración de la hecatombe económica.
Ante la trágica caída de la economía mundial, Keynes sostuvo una teoría sobre la demanda de dinero, o preferencia por la liquidez, acompañada de una función de consumo e inversión. Bajo tales criterios entendía que la política fiscal y monetaria debían actuar en armonía y activa, planteamientos que fueron asumido por el mundo académico, los políticos y los gobernantes, sobre los cuales iba a recaer la responsabilidad de su efectividad.
Es en tal contexto que se explica el hecho de que múltiples países durante las décadas de los 40 y 50 asumieron las políticas económicas influenciadas por los planteamientos de Keynes, cuya finalidad era alcanzar un pleno empleo. Esta decisión es la que permite entender mejor el hecho de que las grandes economías industrializadas lograron una rápida recuperación de los empleos y neutralizar la expansión del desempleo.
Keynes fue un defensor intransigente de la ejecución de políticas económicas activas que permitieran la intervención del Estado en la economía con la finalidad de estimular la demanda a través del gasto público en tiempos de crisis. Sus argumentos teóricos se sustentaron en los criterios de las expectativas, esto es, que los agentes económicos tomaban decisiones de invertir en función de lo que esperan que ocurra, lo que obliga al Estado a actuar, si estos se muestran frívolos.
Dado que el consumo, el ahorro, el empleo y el ingreso son determinante en la actividad económica, Keynes hizo énfasis en los aspectos macroeconómicos, en el entendido de que la economía es muy propensa a situaciones de auges y caídas recurrentes. Esas fueron razones poderosas para sugerir que el gobierno debe intervenir en la economía mediante políticas fiscales y monetarias oportunas con el objetivo de incentivar el pleno empleo, el crecimiento económico y la estabilidad de precios.
En tiempo presente los planteamientos hechos por el sesudo Keynes siguen siendo primordiales para salir de la hecatombe económica y sanitaria global ya que se atraviesa por la era de la mala economía. Pues ninguna economía del mundo ha podido superar el azote dejado por el Covid 19, a penas se transita por una frágil etapa de recuperación ya que ninguna economía podrá poner fin por si misma al desastre mundial que es inocultable.
Todos los países del mundo han tomado decisiones influenciadas por los criterios de Keynes, si se pondera que se asiste a un incremento histórico del gasto para sostener el sistema de salud, impulsar la reactivación de la economía y proporcionar ingresos a la población para enfrentar sus calamidades. Es por tales razones que, ante la crisis global, derivada de la pandemia, la figura de Keynes sigue presente en los gobernantes y hacedores de política económica.
A escala planetaria se atraviesa por el peor de los fracasos económicos mas violentos y lleno de incertidumbre. En adicion, las perspectivas de la economía global siguen oscuras y nadie tiene su varita mágica para disipar la crisis económica con un final feliz ya que el Covid 19 ha inducido a un desastre humanitario y económico sin precedentes, negarlo es de tonto desorientado.