El día nacional de la juventud de este año nos motiva a reflexionar sobre los grandes retos que enfrentamos con los adolescentes y jóvenes.
Los embarazos en adolescentes son el primer problema. Tenemos un 22% de adolescentes embarazadas. Esta realidad es el reflejo de la exclusión y la desigualdad social. Según la ENHOGAR 2009-2010, el 33.2% de las adolescentes y mujeres jóvenes de las familias del quintil más pobre se habían embarazado antes de cumplir los 20 años, en comparación con el 11.6% en el quintil más rico. Este drama perpetúa el círculo de la pobreza y la dependencia.
Otro gran lastre del mundo juvenil de los más pobres es la vulnerabilidad a la violencia. La mayoría de los crímenes y delitos de los últimos meses fueron cometidos por jóvenes de 19 a 29 años. Gran parte de los feminicidios son cometidospor hombres jóvenes contra mujeres jóvenes.
También el desempleo tiene cara juvenil. Según la CEPAL, 22% de los jóvenes de la región no trabaja, ni estudia. Este organismo plantea también que la disminución del desempleo de los últimos años en los países de América Latina y el Caribe, no se debe a que un mayor porcentaje de la población en edad de trabajar esté con empleo, “sino a que un mayor porcentaje está inactivo, es decir, queda fuera del mercado laboral y no busca trabajo”.
El desempleo juvenil es un problema grave para una sociedad. Los jóvenes que no están trabajando ni estudiando son presas fáciles para caer en el tráfico de drogas y la delincuencia. Es urgente crear más empleos para los jóvenes si queremos asegurar la estabilidad social.
Rubén Darío exaltaba a la juventud como el divino tesoro. Más que poesía esto es una verdad. Todos fuimos jóvenes y queremos ser jóvenes.
La juventud se pierde con los años. Lo penoso es que la juventud se pierda por la violencia y la desilusión de no encontrar un empleo o un espacio en la sociedad. Por eso, mantener viva la esperanza de los jóvenes es un compromiso de todos y todas.