El libertador dominicano, fundador de la sociedad La Trinitaria y principal ideólogo de la independencia, Juan Pablo Duarte; en unas de sus excelsas frases tan llena de luz; de impulso y sabiduría; reconoce en la juventud, el rol preponderante que había de tener en sus sueños de libertad, al expresar lo siguiente:
¨Seguid, jóvenes amigos, dulce esperanza de la patria mía, seguid con tesón y ardor en la hermosa carrera que habéis emprendido y alcanzad la gloria de dar cima o la grandiosa obra de nuestra regeneración política, de nuestra independencia nacional, única garantía de las libertades patrias¨.
De ese pensamiento Duartiano, se desprende una valiosa enseñanza, que no podemos desaprovechar en todo plan de vida que vayamos a ejecutar; y es que todo ser humano, ya sea joven o adulto de vida consciente, con su inteligencia, voluntad y libertad, guía sus actos hacia una idea meta, en la que debe poner todo su empeño, ardor e ilusión para conquistar un propósito mayor que le haga sentirse pleno o realizado en el plano de la felicidad.
Claro está, todo propósito se logra cuando se despierta un ideal en la persona. Lo contrario, sería caminar por la vida sin saber hacia dónde se dirigen tus pasos, deambulando de aquí para allá, sin ningún objetivo.
Muy bien, en ese sentido apunta el filósofo argentino José Ingenieros, que “no se nace joven, hay que adquirir la juventud. Y sin un ideal no se adquiere”. Para Mac Arthur, enfatiza que “no se envejece por haber vivido muchos años, se envejece por haber desertado de un ideal”.
De ahí, la importancia de hacer una parada, cuando nos encontramos en el dilema de no saber a qué dirección debemos conducir nuestra existencia.
Aquí, es necesario cuestionarnos a nosotros mismos, y romper con esos paradigmas que afectan el interior y exterior de nuestro ser; y que muchas veces impiden que caminemos seguros hacia la conquista de ese ideal anhelado.
Duarte, a pesar de ser muy joven, esto no fue obstáculo, para hacerle perder el rumbo en procura de su ideal. Su espíritu sin doblez, de luchar por sus sueños más allá de toda adversidad, su firme convicción basada en valores, su coherencia y persistencia hasta obtener lo que buscaba, su marcada humildad y su belleza interior colmada de amor; son cualidades que se evidencian en los grandes sacrificios que hizo por su amada patria, dándolo todo por un ideal de independencia.
Entonces, podemos decir que, con su ejemplo de vida, Duarte nos enseña en la actualidad, a no ser de aquella generación que esconde la cabeza en la arena, mientras todo arde en nuestro derredor por la injusticia, la desigualdad, la falsa autenticidad, la violencia y la corrupción. Que no sea una amenaza sino más bien una esperanza constante.
El legado de Duarte, insiste en no ser parte de esa juventud que esconde la cabeza ante tantos desafíos o retos que afronta la sociedad; que actúe sin fuerza de carácter para descubrir la verdad, que se cansa de tanto aburrirse, que deja a la deriva del camino al que sufre, que se pierda en las quimeras de la deshumanización y en la banalización del sentido de la vida, que no se capacite por el libertinaje y el pesimismo, que no profana su propia dignidad por decisiones sin juicios.
El ideario del patricio, insta a forjar una juventud con pasión y determinación, que sean esa gota de agua, que marque la diferencia en el gran océano de la vida. Que estén a la vanguardia de las causas justas. Que realicen esas tareas que dan sentido a cada minuto y suspiro de la vida; que por más sencillas o pequeñas que sean las cosas, les haga trascender en la profundidad de su existencia.
Que escojan y se decidan por el ideal mejor; que sea un bien que les haga sentirse más realizados como personas. Que luchen por la defensa humana, evitando siempre perder la capacidad de asombro, esa cuya pérdida hace languidecer la sensibilidad social.
Que no se dejen nublar sus pensamientos, creatividad o ingenio, por sustancias psicoactivas o placeres exiguos que pululan a diestra y siniestra, en toda sociedad que camina hacia el abismo de la zombificación.
En definitiva, sueño junto a Martin Luther King, en despertar una juventud con un auténtico ideal de esperanza.