Se advertía que el formato clasificatorio de la Serie del Caribe traería debates sobre lo justo, o no, que resulta.
En una entrega anterior dije que el clásico caribeño era un evento económico, deportivo y social, en ese orden.
El sistema anterior era capaz de proclamar un campeón temprano, tal como sucedió aquí en 2012 cuando República Dominicana (4-0) celebró sin jugar el quinto día cuando Puerto Rico (2-3), México (2-3) y Venezuela (1-3) quedaron sin chance.
¡Antieconómico! En el renglón deportivo luce justo que en un evento corto el que más gane se lleve los lauros de la justa, y siempre fue así. En el aspecto comercial -y lógico- resulta más atractivo que el evento mantenga el interés competitivo hasta el último día.
Me luce que eliminar dos y sembrar en la final al conjunto que ocupe el primer lugar sería menos contradictorio.
Ello erradicaría una semifinal y aumentaría el riesgo de que el anfitrión se vaya temprano en franco golpeo socioeconómico. Apuesto a que todo quedará igual y los dirigentes tendrán que administrar mejor su personal para las fechas de muerte súbita. Y después ¡derecho al pataleo!