Que haya sido dicho antes no resta importancia a repetirlo: el principal obstáculo para el sistema de justicia dominicano es la falta de confianza ciudadana.
Durante décadas, la persecución de la corrupción pública y privada ha sido descuidada, combinándose esta lenidad con la excesiva dureza que afecta a los ciudadanos de a pie cuando son perseguidos penalmente.
El detrito acumulado pesa más que las declaraciones de prensa o, incluso, el éxito de casos particulares. Los actores del sistema de justicia deben aceptar que todo su trabajo es objeto de recelo, y que esto es consecuencia de la experiencia ciudadana.
Cuando se critica el proceder del Ministerio Público o de los jueces, el debate no es jurídico en su esencia, sino una crítica al papel social jugado por el sistema.
Por ello, en muchos casos, debatir los puntos de Derecho no ayuda a superar las dudas ciudadanas.
Este debate jurídico es importante, y lo debemos llevar los abogados. Ocurre, sin embargo, que las reglas del Derecho pueden llegar a ser mecanismos arcanos cuya aplicación no coincide con las expectativas sociales.
Hay quien califica esta visión de las cosas de “populismo judicial” porque pone las expectativas ciudadanas por encima de lo que manda el Derecho.
Es una crítica razonable, sólo que no toma en cuenta que el papel del sistema de justicia no es la aplicación ciega y sorda de la ley, sino servir de mecanismo para la solución de conflictos privados y sociales.
Mientras el patrón de soluciones apunte casi siempre en una sola dirección, los resultados sociales de la labor del sistema de justicia serán decepcionantes. ¿Quiere decir esto que debemos abandonar las garantías del Estado de derecho para satisfacer el ansia de justicia? No; y no debe ocurrir nunca.
El saldo de los procesos debe ser siempre jurídicamente adecuado y hay que cuidarse de intercambiar la lenidad por la arbitrariedad.
Pero la desconfianza continuará hasta que exista en el país un régimen de consecuencias aceptable para la ciudadanía. Una labor titánica que sólo podrá ser culminada por el esfuerzo conjunto de todos los actores y con la paciencia necesaria para construir una pirámide con granos de arena: un caso a la vez.