El deporte nacional ha logrado beneficiarse bastante de los aportes del Círculo Deportivo de las Fuerzas Armadas y la Policía Nacional. En esa entidad se resaltan hombres que, enfrentando el fuego con valentía, han logrado convencer a sus superiores para favorecer a los atletas nacionales, especialmente en su etapa de germinación.
Uno de esos hombres es el mayor general Julio César Hernández Olivero, quien es reconocido por los atletas militares como un patriarca porque su apoyo supera los límites.
Conocí a Hernández Olivero en el año 2000 mientras empujaba a los atletas del Ejército en su afán por ganarles los Juegos Militares de ese año a los invencibles de la Fuerza Aérea.
Desde entonces, nuestra relación se fortaleció hasta convertirse en familiar. Esa es una particularidad que tiene Hernández Olivero, de que todas las personas que le rodean permanecen mucho tiempo a su lado y las adopta como a sus familiares.
La mejor muestra es que, en cada lugar que está comandando, tiene a su lado a las mismas personas, sobresaliendo que, en la mayoría de los casos, son atletas o exatletas.
Sus logros como director de deportes del Ejército son sensacionales, siendo el único en llevar a la institución a ganar la Copa “Jefe Supremo”, que se disputa en los Juegos Militares.
En 2002 rompió el hielo en la versión XXXIII para conducir al Ejército a su primera corona en los Juegos Deportivos Militares.
En 2003, en la versión XXXIV, volvió a guiar al Ejército hasta la gran victoria.
Repitió en los años 2007, 2008, 2009 y 2010. En total, ganó seis coronas.
En el año 2023 acompañé a Hernández Olivero cuando fue exaltado a la inmortalidad en Mao, provincia Valverde, su ciudad natal. Me alegré bastante, porque es un verdadero amante de los deportes.
Hernández Olivero se destacó en la práctica deportiva en Boca Chica, donde desde muy temprana edad brilló en el béisbol, el voleibol, el baloncesto y el ping pong.