RÍO DE JANEIRO. – El juez brasileño que preside una de las mayores investigaciones de corrupción de la historia dijo el jueves que será ministro de Justicia en el gobierno del presidente electo Jair Bolsonaro.
El nombramiento probablemente complacerá a los brasileños deseosos de un duro combate contra la corrupción, pero también acentuará la polarización social.
Sergio Moro es muy popular entre los conservadores y detestado por muchos en la izquierda, por eso su decisión de sumarse al nuevo gobierno alimentará la sospecha de muchos brasileños de que el juez tenía intenciones políticas cuando ordenó encarcelar al expresidente Luiz Inácio Lula da Silva, lo que dejó al líder izquierdista, quien encabezaba las encuestas presidenciales, fuera de la contienda electoral.
Moro se reunió con Bolsonaro en Río de Janeiro el jueves por la mañana.
Después del encuentro, el juez no habló con los reporteros, pero posteriormente confirmó en un comunicado por escrito que había aceptado el puesto.
Moro dijo que sería difícil dejar de ser juez después de 22 años, pero vio una oportunidad para «implementar una fuerte agenda contra la corrupción y el crimen organizado» en su nuevo papel.
«En la práctica, esto significará consolidar los avances contra el crimen organizado y la corrupción de los últimos años y eliminar cualquier riesgo de retroceso», escribió.
Agregó que la extensa investigación «Autolavado» continuará en manos de jueces locales en la ciudad sureña de Curitiba, donde vive Moro y muchos de los casos se han procesado.
Desde 2014, la investigación «Autolavado» puso en evidencia que durante décadas se llevaron a cabo conjuras en las que empresas de la construcción recibían contratos inflados y luego pagaban sobornos millonarios a políticos y otros funcionarios del gobierno.
El nivel de corrupción fue abrumador para los brasileños muy acostumbrados a trampear, y el escándalo ha resonado en varios países latinoamericanos en donde Odebrecht, una de las compañías al centro del escándalo, tuvo negocios.
La investigación ha enviado a la cárcel a muchas de las figuras más conocidas del país. La lista incluye a Lula, condenado por Moro por corrupción por intercambiar favores con la compañía constructora Grupo OAS a cambio de un departamento frente al mar.
Lula comenzó a cumplir con su sentencia de 12 años en abril. Los casos volvieron a Moro tremendamente popular entre los brasileños hartos de las numerosas historias de políticos que saquean las arcas del país.
A principios de 2018, Moro salió bien calificado en las encuestas de aspirantes presidenciales a pesar de que él nunca expresó interés en ser candidato.
Sin embargo, muchas de sus tácticas han sido muy polémicas, como el uso de las detenciones previas al juicio y alegatos de culpabilidad a cambio de sentencias menores, ambas encaminadas a lograr que los acusados hablen.
En redes sociales el jueves, muchos brasileños compartían un artículo del 2016 publicado por el diario Estadao donde Moro asegura no tener ambiciones políticas. «No, nunca, nunca», dijo cuando se le preguntó si algún día se postularía a la presidencia.
«Soy hombre del sistema judicial».
Moro ha sido acusado de ser partidista. Los que apoyan a Lula y al izquierdista Partido de los Trabajadores dicen que Moro estuvo al centro de una conspiración para evitar que Lula fuera candidato presidencial este año.
Incluso estando en prisión, Lula encabezaba las encuestas. En septiembre, se le impidió ser candidato. «Moro será ministro de Bolsonaro tras haber desempeñado un rol decisivo en su elección, al impedir la candidatura de Lula», tuiteó Gleisi Hoffman, presidenta del Partido de los Trabajadores.
«Le ayudó a ganar y ahora le ayudará a gobernar», añadió.
En realidad, Moro ha condenado a políticos en todo el espectro político. Pero también ha tomado decisiones que muchos consideran tendenciosas, como difundir las conversaciones de teléfonos intervenidos entre Lula y la entonces presidenta Dilma Rouseff en 2016.
Para Bolsonaro, un excapitán del ejército que se postuló con la promesa de tomar medidas duras contra la corrupción y el crimen creciente, contar con Moro es una gran ventaja.
Moro, quien estudió leyes en Brasil e hizo un programa especial en la Universidad de Harvard, ha recibido varios premios y grados honorarios por su trabajo. Con frecuencia habla en Estados Unidos y otros países y es, probablemente, el activista anticorrupción más famoso del mundo.
Bolsonaro le dijo a la prensa la tarde del jueves afuera de su casa que Moro pidió «total libertad» para operar, y que la tendría. Aun así, la decisión conlleva grandes riesgos, tanto para Moro personalmente — quien ahora será «político» como parte de una administración— y el futuro de las investigaciones del caso «Autolavado».
Los miembros de la fuerza especial «Autolavado» han dicho que todavía falta mucho por hacer, pero es difícil imaginar que algún juez tenga la seriedad de Moro, quien saltó a la fama por su habilidad de lidiar con complicados delitos de cuello blanco y escribir dictámenes que rara vez fueron anulados.
Al dirigir los ministerios combinados de justicia y seguridad pública, Moro será responsable de áreas que incluyen problemas intricados, como la seguridad.
El año pasado, casi 64.000 personas fueron asesinadas en Brasil, un récord para un país que desde hace mucho ha encabezado la tasa de homicidios anual.
Moro estará ahora a cargo de la policía federal, de la policía de carreteras, del sistema penitenciario, de la inmigración y de otras entidades públicas que en total emplean a miles de personas.
«Moro está haciendo una apuesta complicada» al asumir un rol político, estimó Mauricio Santoro, profesor de ciencias políticas de la Universidad Federal de Río de Janeiro. «Todos los gobiernos del mundo tienen corrupción, pero ¿cómo lidiará Moro con eso? ¿Qué hará?».