Juan Pablo Duarte y Cabarete
Si este título les llamó la atención, esperen a leer el artículo completo. El libro Juan Pablo Duarte y la Independencia Dominicana, escrito por Orlando Inoa, en la página 76, casi me da un “yeyo”.
En el capítulo Prisión y Destierro de Duarte, no podía creer lo que leía. Descubrí, por primera vez, el “bombazo” de que en agosto de 1844, Juan Pablo Duarte volvió a la isla por Puerto Plata, cuando Pedro Santana ya era presidente constitucional de la nueva República Dominicana, para ofrecer sus servicios y apoyo al nuevo gobierno. Al darse cuenta del “juidero” que había contra los trinitarios, se esconde en los bosques de Cabarete.
Así como lo leen. Nuestro Padre de la Patria estuvo en este distrito municipal de olas y viento hace “cuchumil” años, y pocos dominicanos manejamos este hermoso dato histórico.
Cito al autor: “Para entonces Duarte estaba errante en los bosques de Cabarete, cantón de Puerto Plata, perseguido por un destacamento de guardias. Al conocerse su paradero, fue hecho preso de inmediato y, en la tarde del 27 de agosto de 1844, caminó aherrojado por las calles de la ciudad de Puerto Plata en ruta hacia la Fortaleza San Felipe, custodiado por sus carceleros”.
Dicho esto, conocer la historia nos ayuda a entender que todo tiene una razón de ser. ¡Quién diría que nuestro fundador y Padre de la Patria, un joven capitaleño, terminó escondido en Cabarete cuando esto era puro “monte y culebra”! Más de cien años después, muchos capitaleños han tomado la decisión de refugiarse en este cantón de Puerto Plata.
Este pasaje histórico me lleva a reflexionar sobre el compromiso que tenemos los dominicanos con la independencia nacional. Somos herederos de una tierra bañada por el sol y las olas, y con esa herencia viene una responsabilidad: la de honrar lo nuestro, abrazar nuestra esencia y velar por que no se diluya en manos ajenas.
Cabarete, como tantas otras joyas de nuestra tierra, es un rincón donde muchos llegan fascinados por su belleza y, sin darse cuenta, terminan sintiéndose sus dueños. Quizá porque hemos olvidado que el verdadero valor de un tesoro no está solo en poseerlo, sino en reconocer su importancia y protegerlo.
Este humilde escrito no es más que un eco del pasado, un susurro de la historia que nos recuerda que, en otras épocas, hubo manos que intentaron arrebatarnos lo que era nuestro. Nunca olvidemos el sacrificio de muchos dominicanos que han dado sus vidas por la libertad e independencia de nuestra tierra. Y ahora, al saber que Juan Pablo Duarte estuvo aquí escondido en Cabarete, siento que con esto, hemos recibido una transfusión de patria e identidad cultural.
Los capitaleños y dominicanos que hemos decidido vivir aquí, tenemos el compromiso de proteger y defender siempre nuestra patria, libre e independiente de toda potencia extranjera. Lo que tenemos vale oro, no espejos.
¡Que viva nuestra libertad e independencia!
Dominicanos, nunca dejemos de defender nuestra Patria.
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