Este domingo temprano, la comunidad jurídica recibió con sorpresa y mucho pesar la noticia de la muerte repentina del magistrado Juan Alfredo Biaggi Lama, juez titular del Tribunal Superior Electoral (TSE). Las expresiones de tristeza fueron unánimes.
Y no es de extrañar, puesto que el magistrado Biaggi no se contentó con la excelencia en el ejercicio de sus funciones, sino que dedicó largos años de su vida a tejer lazos de amistad con las hebras de la vida profesional y académica.
Biaggi, como era conocido, fue uno de los pioneros de la cultura actualmente predominante de jueces doctrinarios. Sus obras de doctrina y las de recopilación tienen todas una impronta didáctica que hacía mucha falta en un escenario jurídico en el que los abogados en ejercicio escriben relativamente poco.
Esto es ostensible en sus obras “Manual de Derecho Societario Dominicano” y “Manual de Derecho Comercial”, publicadas ambas en marzo de este año.
El vacío que deja en el mundo jurídico es difícil de explicar, y será aún más difícil de llenar. Con toda seguridad, la sombra de su ausencia gravitará durante muchos años incontables sobre todos los que nos dedicamos a esta profesión.
Biaggi fue un ejemplo a seguir, un profesional del Derecho, académico y servidor público que supo equilibrar todas sus funciones de tal manera que, en lugar de estorbarse, se pontenciaron las unas a las otras. Es de esperar que otros sigan su mismo camino. Ahora sólo nos queda despedirnos. Buen viaje, magistrado. Que la tierra le sea leve.