Santo Domingo.- José Rafael Lantigua se considera un hombre tímido, pero cuando entabla una conversación sobre los temas que le apasionan lo hace muy resuelto y con intensidad.
Nacido en Moca, en septiembre del año 1949, reconoce las limitaciones de la època, cómo le marcó el provenir de una familia matriarcal y contar con profesores dedicados a sus alumnos. Cuenta que en su natal Moca no había librerías ni su familia contaba con los recursos para comprarlos; pero recibió su pasión por la literatura al ver a su madre, Dolores Lantigua Herrera, quien no pasó de un sexto curso, leer casi cada día, por lo que “los primeros libros los encontré en mi casa”. “A pesar de ese ambiente limitado en que uno se crió, había una buena biblioteca municipal
que no pasaba de 300 ejemplares, pero ahí estaban los clásicos universales y dominicanos”, evocó.
Explica que aunque había ese ambiente literario, fue saliendo de la adolescencia con la influencia marcada de la profesora y escritora montecristeña Aurora Tavárez Belliard, quien vivió en Moca; de Aída Cartagena Portalatín, poeta, narradora y ensayista dominicana, amiga de su madre; y de su profesora Rafaela Joaquín, cuando supo a ciencia cierta que se dedicaría a la literatura.
Libros que le marcaron
El escritor, poeta, periodista y crítico literario, relata que en su infancia leyó todos los libros de Aurora Tavárez Belliard; también las “Fábulas de Samaniego”, de Félix María de Samaniego (1745-1801); y “La hora 25”, del francés, Constantin Virgil Gheorghiu.
“Ese libro me enseñó temprano lo que era el totalitarismo. No teníamos dinero, como te dije, para comprar libros, entonces estos iban de mano en mano y con el tiempo compré mis ejemplares”, revela.
También están entre los libros que le marcaron, clásicos dominicanos como la novela “Enriquillo”, de Manuel de Jesús Galván, que considera es “el mayor monumento literario del país”.
Peñas literarias
Reseña que conformó, junto a otros amantes de la literatura de la época, el circulo literario La Roca, donde analizaban los libros que leían. Con voz risueña cuenta del conflicto que esto les generó, porque en Santiago existía otro grupo con el mismo nombre, que le invitaron a unirse.“El grupo fuerte fue el que se formó cuando Bruno
Rosario retornó de España ya graduado en filología, algo que desconocíamos todos y funda el Ateneo de Moca. Era la época en que iniciaba el contacto con las figuras intelectuales de la época y se creó el Coloquio de Moca”, explica.
Vida en Santo Domingo
Afirma que siempre tuvo entre sus planes ir a vivir a Santo Domingo, por lo que convenció a su madre para no ir a estudiar a Santiago; y a los 22 años hizo sus maletas y llegó a la capital con la idea de conseguir un empleo para costear sus estudios y convertirse en profesional. Pasaron siete meses y decepcionado por no conseguir un trabajo decidió quedarse en Moca el siguiente fin de semana que volviera al pueblo; sin embargo, su madre no le aceptó el plan y le advirtió: “Aquí tú no vienes derrotado por nada del mundo, me opuse a te fueras, pero ahora que ya estás en la capital, allá te quedas”.
Cuenta con orgullo que pasados unos 10 días de ese episodio encontró su primer empleo en radio Clarín, donde se realizaba una revista diaria de los principales artículos de opinión que salían en la prensa, ganando 350 pesos, lo que era un gran salario en 1973.