Las piedras del Palacio Consistorial, testigos del acto en se le entró a Boyer la llave de la ciudad y del país de los dominicanos.
Santo Domingo.-Cuando Jean Pierre Boyer entró con su ejército a la parte Este de la isla, que se había independizado de España hacía apenas 71 días, culminaba la última acción trascendente de las que pueden ser atribuidas a los caudillos del segundo pueblo en independizarse en América.
A media mañana del día 9 de febrero de 1822, hace 200 años, el líder de la primera declaración de independencia dominicana, José Núñez de Cáceres, le entregaba a Boyer la llave de la ciudad, acto simbólico en el que estaba contenida la entrega del mando del país.
Antes de arrollar la independencia dominicana para impulsar en un esfuerzo de 22 años la unificación de los dos pueblos, el haitiano y el dominicano, a este caudillo le había tocado en suerte la unificación de Haití, dividido hasta 1820 en un reino en el norte, encabezado por Cristóbal, y una república en el sur, acaudillada por Alexandre Pétion.
Desde el final de la revolución de Haití, con varios momentos culminantes, estos son los dos hechos de mayor trascendencia: la unificación interna tras la muerte por suicidio de Cristóbal y la expansión a toda la isla con la ocupación del país de los dominicanos.
Doscientos años después el Haití unificado sigue siendo consistente, pero de la expansión hacia el Este no queda más que el registro histórico y el resentimiento de los dominicanos.
Los hechos
La entrada de Boyer en lo que es hoy la parte colonial de la capital dominicana estuvo precedida de una carta del 11 de enero en la que el presidente haitiano le informaba a Núñez de Cáceres sobre sus planes con el territorio de los dominicanos.
Cuando se busca en las valoraciones de los historiadores se pueden encontrar muchos matices acerca de las razones de fondo de aquel 9 de febrero de hace ahora 200 años.
Unos hablan de la necesidad de tierras para repartir entre los oficiales y soldados para pagar a un ejército enorme, otros encuentran el sustento de la acción del haitiano en la necesidad de garantizar la independencia de su país.
En Clío, la revista de la Academia Dominicana de la Historia, año 1972, número 128, se pueden leer consideraciones de los hechos de aquel día de la mano de José Gabriel García, padre de la historiografía dominicana, en un artículo de 1889.
Refiere García el discurso de Núñez de Cáceres, cuando debió apurar la retama ante Boyer, del cual son tomadas las palabras siguientes:
“La palabra es el instrumento natural de la comunicación entre los hombres, y si estos no se entienden por el órgano de la voz, no hay comunicación posible; y veis aquí ya un muro de separación tan natural como podría serlo la interposición material de los Alpes y Pirineos”.
Y a seguidas afirma: “En fin, yo no disputo, porque los hechos han tenido y tendrán siempre más eficacia para persuadir que las razones” (Ibid. Pág. 23).
Las armas y la cultura
El caudillo haitiano había escrito en enero que no ingresaría al país de los dominicanos como conquistador. El día 9 de febrero, en su discurso en la Sala Capitular, insistió en este punto y afirmó que había llegado invitado por sus amigos.
Apoyado por Boyer, en el suroeste del país y el Cibao, actuaba el denominado Partido Haitiano, compuesto por dominicanos partidarios de la unión de los dos pueblos.
“Antes de que Núñez de Cáceres diera su gran paso ya se había oído hablar de un flamante partido unionista que en ciertos lugares de las fronteras, iba aumentándose merced a los trabajos de dominicanos traidores, José Justo Silva, Tabares, Amarante, otros más.
Sin faltar a la verdad no es posible negar que numerosos dominicanos traidores facilitaran grandemente la invasión de Boyer” (Federico García Godoy en Clío, 1972, número 128, Pág. 51).
Ante la evidencia de la fuerza alrededor del caudillo haitiano, el caudillo dominicano se refugió aquel día en la cultura. Anticipaba un valladar inesperado a las intenciones de Boyer, que fue echado del poder 22 años después sin haber podido imponer la lengua francesa al pueblo dominicano.
En el primer párrafo del prólogo a la gramática de la lengua castellana, Antonio de Nebrija había insertado una sentencia en 1492 con la que conectaba Núñez de Cáceres acaso sin saberlo. Escribió el nebricense: “una cosa hállo y: sáco por conclusión mui cierta: que siempre la lengua fue compañera del imperio; y de tal manera lo siguió, que juntamente començaron, crecieron y florecieron, y después junta fue la caida de entrambos”.
El dominicano advertía a Boyer sobre la enorme frontera cultural entre dos pueblos vecinos y, sin embargo, tan distantes.
En 22 años
Desde el 9 de febrero de 1822, cuando concluyó la obra que se había impuesto de darle el mar como frontera a su país por todas partes, Boyer tenía que haber acometido una obra política y económica que convenciera al más renuente de los dominicanos de la seguridad y prosperidad material que le garantizaba la unidad política de ambos pueblos, pero esto no sucedió.
La última gran hazaña política de Boyer, el pago a Francia por los daños causados por la revolución y la independencia de Haití, no tuvo el efecto esperado por el caudillo.
En 1825 firmó el compromiso de pagar 150 millones de francos que tiraron del pueblo y el Estado haitiano hacia el fondo durante 122 años. En 1947 terminaron de pagar.
Después del 9 de febrero de 1822 Haití se estancó y desde 1825 no ha dejado de ir hacia atrás. El pueblo dominicano, en cambio, paso a paso, va adelante.
La Efímera
— Dos meses
La noche del 30 de noviembre empezaron las acciones que concluyeron al día siguiente en la proclamación de la independencia de 1821. Ha sido bautizada Efímera por el poco tiempo de su efectividad, hasta el 9 de febrero.
Onerosa
150 Millones de francos.
La deuda asumida por Haití con Francia como precio indemnización por los daños de la independencia.
Boyer logró la unidad política en la isla
Origen. Jean Pierre Boyer, de acuerdo con una biografía en línea (https://es.wikipedia.org/wiki/Jean-Pierre_Boyer), nació en Puerto Príncipe como mulato libre el año de 1776, hijo de François Jean Pierre Boyer, de Marsella, y de la esclava Marie Françoise Victoire, de El Congo.
Vivió como un mulato libre y su educación la recibió en Francia.
Luchó al lado de Toussaint L’Ouverture y luego se volvió contra este, salió de Haití y regresó en 1802, como parte del ejército de Leclerc, del que se pasó al bando de los rebeldes.
Fue secretario de Alexandre Pétion y a su muerte lo sucedió en el mando como presidente vitalicio.
Fue derrocado por la revolución de 1843, tras lo cual se fue a Jamaica y de allí a París, donde murió el 9 de julio de 1850 a los 74 años.
Es uno de los caudillos isleños, junto con Pedro Santana, Buenaventura Báez y Rafael Trujillo Molina, que con solo su nombre mueve resortes emocionales en los dominicanos.