Preparen la guillotina, voy a hablar de Jean Alain Rodríguez. Y voy a hablar bien. Hablaré de bien en lo que compete a mi experiencia y formación en manejo de juicios paralelos. Sí, bien. El tipo se manejó bien, no hay dudas.
¿Por qué esa afrenta nuestra a una opinión pública que pide sangre? Porque el ex procurador cumplió con uno de los puntos más importantes en un protocolo de manejo de crisis y opinión pública: dio la cara.
Que no convenció, vaya usted a saber. Ya la ira acumulada contra la pasada administración no convence ni que revivan a la Madre Teresa, que intervenga el Papa o Jesucristo venga a mostrarnos las heridas de sus clavos.
Bueno, al punto. Jean Alan dio un paso al frente, al denunciar que no lo dejaron salir del país en violación a su derecho de libre tránsito. Dio la cara. Luego habló cuando los allanamientos le pisaban los talones. Dio la cara.
Habló cuando allanaron su residencia y la de su padre. Y luego se presentó a la Procuraduría General de la República calmado y, ante la prensa, vertió palabras estratégicas y sabias: que había ido porque no tenía requerimiento y que, si había, que actúen en justicia.
Dar la cara no sólo es de guapos, sino de sabios en el manejo de una estrategia de comunicación en crisis. El ex procurador sabía que su primer round iba a ser en la prensa. Lo sabe profundamente porque estuvo, hasta hace meses, en el lado donde se filtran expedientes a los medios de comunicación. Sabe cómo hacerlo y sabe cómo la pestilencia baña a los acusados aún no condenados.
A su llegada al Palacio de Justicia, donde se acomodará en las celdas que desde su gestión ayudó a remodelar, llegó con pecho parado y no habló. Quizás esté preparando su estrategia para pelear en el round más importante del proceso que le viene encima, el paredón mediático.
Con unas estrategias bien aplicadas podría revertir la mala imagen y repulsa nacional que tiene. Sólo con buena comunicación lo puede hacer.
Alabo que haya dado la cara y alabo que mantenga el pecho en alto. Y, además, que no haya decidido salir del país con peluca. Lo demás es quitarse de encima ese paredón que puede condicionar la decisión de los jueces, tras tirarle por el suelo su honra personal antes que una sentencia lo haga. Suerte Yanalán, como le llama La Morena, Altagracia.