Japón se prepara para dar un nuevo salto en su política de defensa en medio de un entorno regional cada vez más tenso. El gabinete liderado por la primera ministra Sanae Takaichi aprobó un presupuesto militar sin precedentes para el año fiscal 2026, que superará los 58.000 millones de dólares, consolidando al país como el tercer mayor inversor en defensa a nivel mundial, solo por detrás de Estados Unidos y China.
La decisión forma parte del plan quinquenal iniciado en 2022 que busca duplicar el gasto militar hasta alcanzar el 2% del producto interno bruto, una meta que el Ejecutivo prevé cumplir antes de lo programado.
El giro responde al aumento de la actividad militar china en el Pacífico occidental y a la redefinición de la doctrina de seguridad japonesa, históricamente centrada en la autodefensa estricta.
Uno de los ejes del nuevo presupuesto será el refuerzo de las capacidades de ataque a larga distancia. Tokio destinará miles de millones de yenes a la adquisición y despliegue de misiles de crucero, entre ellos una versión mejorada del misil Tipo 12 de fabricación nacional, con un alcance cercano a los 1.000 kilómetros.
Estos sistemas serán desplegados prioritariamente en el suroeste del archipiélago, una zona considerada clave ante un eventual conflicto en torno a Taiwán.
La modernización también apunta a compensar los problemas demográficos que afectan a las Fuerzas de Autodefensa. Con una población envejecida y dificultades para el reclutamiento, Japón invertirá de forma creciente en armamento no tripulado, incluyendo drones aéreos, navales y submarinos. Estos sistemas se integrarán en una nueva arquitectura de defensa basada en redes y sensores avanzados, cuya entrada en funcionamiento está prevista para finales de la década.
En paralelo, el gobierno reforzará su base industrial militar mediante alianzas internacionales. Destaca el desarrollo conjunto de un caza de nueva generación con el Reino Unido e Italia, así como proyectos de drones asistidos por inteligencia artificial. Además, el aumento de las exportaciones de defensa —facilitado por la flexibilización de las normas japonesas sobre venta de armamento— busca sostener a largo plazo el crecimiento del sector.
Desde Pekín, la respuesta no se hizo esperar. El Ministerio de Asuntos Exteriores chino acusó a Tokio de acelerar su rearme y de contribuir a la inestabilidad regional, una crítica que refleja el creciente clima de desconfianza entre ambas potencias asiáticas.
Mientras el presupuesto aguarda la aprobación definitiva del Parlamento, el debate interno en Japón se centra ahora en cómo financiar este esfuerzo militar sostenido, que incluirá subidas impositivas a partir de 2027. Lo cierto es que el país ha entrado en una nueva etapa de su política de seguridad, marcada por un rol más activo y una inversión militar que rompe con décadas de contención.