Inexplicable e irrespetuosa puede ser calificada la respuesta del canciller de Haití, Claude Joseph, al clamor del presidente Luis Abinader para que la comunidad internacional vaya en auxilio del vecino país.
El mandatario dominicano no ha desaprovechado ningún escenario o espacio para exigir que Estados Unidos, Francia, Canadá y la Unión Europea, de manera específica, intervenga en el deterioro institucional, económico, social y político de Haití.
La inestabilidad que vive el pueblo haitiano desborda los límites y hasta la inteligencia. La convivencia pacífica y el orden democrático se han desnaturalizado con la existencia de un régimen de terror y de desorden.
Los haitianos son presas de la desesperanza y del desasosiego. Cada día una vida digna se agrava en esta vecina nación, por lo que las grandes potencias no pueden continuar indiferentes ante la podredumbre y la miseria que se profundizan cada día.
La respuesta del canciller de Haití ante la preocupación válida del presidente Abinader dista mucho de la voluntad de respeto y buena convivencia que deben reinar entre República Dominicana y el vecino país.
Alegar que República Dominicana cuenta con los mismos niveles de inseguridad y de criminalidad que adolece Haití es una distorsión de la realidad y una falta de respeto.
El canciller Joseph y demás autoridades haitianas han actuado con irresponsabilidad y en desmedro de los intereses de su país.
Sin embargo, ha sido un gesto de digna comprensión que el primer ministro Ariel Henry utilizara la vía diplomática para expresarle al Gobierno dominicano el interés que tiene su administración de fortalecer las mejores relaciones, como lo revelara ayer el presidente Abinader. El conflicto no es la vía, sino el diálogo.
Lo correcto sería que Haití se solidarice con Abinader y República Dominicana para emprender una cruzada que conduzca a sensibilizar a la comunidad internacional ante lo que ocurre en el pueblo haitiano, que se dirige a un camino sin salida y con visos claros de constituirse en un grave peligro para la región.
Haití -como insiste Abinader- demanda de una mayor y efectiva cooperación económica, institucional y técnica de la comunidad internacional.
Es una demanda que data de muchos años, pero que ahora encamina a una mayor preocupación.