El estallido de protestas en todo Irán tras la muerte de una mujer kurda de 22 años durante su detención por supuestamente no cumplir con las reglas del hiyab (velo) es el desafío más serio para los líderes del país en muchos años.
Aunque las autoridades alegan que Mahsa Amini murió por complicaciones de salud ajenas a su arresto, su familia y muchos otros iraníes creen que fue asesinada a golpes por la policía religiosa.
Los manifestantes afirman que si no actúan ahora también podrían ser víctimas.
Al menos 30 personas han muerto (algunas organizaciones elevan la cifra a 50) en las protestas, que llegan en un momento en que una buena parte de los iraníes sienten un especial hartazgo.
La corrupción sistemática de la élite política, la creciente pobreza con una inflación de más del 50%, el estancamiento de las conversaciones nucleares y la falta de libertades han sembrado la desesperanza entre la joven y vibrante población de Irán.
Al menos 25 millones de iraníes vivían por debajo del umbral de la pobreza en junio de 2021, según datos de la Seguridad Social del país, cifra que este año ha crecido.
Estas no son las primeras protestas en la historia de la República Islámica de Irán, pero muchos analistas apuntan que son diferentes a las anteriores.
Más que nada, esta es una protesta de mujeres.
«La sociedad ha cambiado»
Organizaciones defensoras de las libertades civiles destacan contínuamente la represión de las mujeres en Irán: la mitad de la sociedad que ha sido la mayor perdedora de la revolución islámica de 1979.
Las iraníes fueron obligadas a usar el hiyab poco después de la revolución y han perdido muchos de sus derechos, entre ellos a viajar, al trabajo y a la custodia de sus hijos mayores de 7 años.
Hubo poca objeción a esos cambios por parte de los hombres del país en aquel momento.
«El hecho de que muchos hombres se unan a las protestas muestra que la sociedad se ha desplazado hacia demandas más progresistas», afirma Mehrdad Darvishpour, sociólogo iraní residente en Suecia.
«Mujer, vida, libertad«, el principal lema de los manifestantes, es un llamamiento a la igualdad y un posicionamiento contra el fundamentalismo religioso.
Estas protestas son, además, mucho más inclusivas que las anteriores.
En el llamado Movimiento Verde de 2009 las clases medias se manifestaron contra un presunto fraude electoral.
Aunque tuvo un seguimiento considerable, se localizó solo en las principales ciudades; y otras protestas importantes en 2017 y 2019 se limitaron a las zonas más pobres.
Pero ahora las manifestaciones se están produciendo tanto en áreas de clase media como de clase trabajadora, y parecen haber avanzado de cuestiones locales o étnicas a otras más inclusivas.
«Estamos presenciando el nacimiento de un mega movimiento», asegura Darvishpour.
Se trata de un movimiento que estaba siendo liderado por mujeres, pero que ha logrado aglutinar a otros sectores y corrientes.
Y, lo que es más importante, la simbólica quema de hiyab ha roto la imagen de un régimen inquebrantable.
Según Darvishpour, esta experiencia no tiene vuelta atrás.
Las opciones del gobierno
El sistema establecido está en una posición muy difícil.
La muerte de Mahsa Amini ha perturbado incluso a algunos de los partidarios incondicionales del gobierno.
Muchas figuras públicas, entre ellas algunos clérigos, cuestionan las tácticas violentas que utiliza la policía religiosa (también llamada «de la moral») contra las mujeres.
En este punto, el gobierno tiene dos opciones.
La primera es cambiar sus estrictas reglas sobre el hiyab, que son parte de la identidad de la república islámica, algo que podría alentar a los manifestantes a continuar las protestas hasta lograr su demanda final de cambio de régimen.
O no cambiar nada y continuar con la represión violenta y el asesinato de manifestantes, lo que puede calmar temporalmente los disturbios pero solo añadirá combustible a su creciente furia.
Muchos de los policías antidisturbios que ahora reprimen las protestas también sufren dificultades económicas y no necesariamente apoyan el sistema.
Si estas protestas continúan, parte de ellos podrían cambiar de bando.
Además, la delicada salud del líder supremo Alí Jamenei, de 83 años, es una realidad presente para muchos iraníes de ambos bandos.
Es una incógnita si el hombre que lo suceda mantendrá el apoyo de los partidarios incondicionales del régimen.
Puede que este no sea el capítulo final, pero es un momento importante.
A medida que se pierden vidas, también están apareciendo cada vez más grietas en un sistema que ya no funciona para muchos iraníes descontentos que quieren una forma de vida diferente.