En algún lugar, el hijo de Rebecca tiene 10 años. Podría estar en Nairobi, donde ella vive, o podría estar en otro lugar. Podría, lo sabe en lo profundo de su corazón, estar muerto.
La última vez que lo vio, Lawrence Josiah, su primogénito, tenía un año. Ella, 16. Eran alrededor de las 2 de la madrugada de una noche de marzo de 2011 y Rebecca estaba mareada tras inhalar un pañuelo empapado en combustible para aviones, un subidón barato en las calles de la ciudad.
Aspiraba combustible para aviones porque le daba la confianza necesaria para acercarse a extraños y pedir dinero. Cuando tenía 15 años, la madre de Rebecca ya no podía mantenerla ni pagar sus cuotas escolares, así que ella abandonó la escuela y empezó a vivir en la calle.
Conoció a un hombre mayor que prometió casarse con ella, pero en cambio la dejó embarazada y se fue. Al año siguiente nació Lawrence Josiah, y Rebecca lo crió durante un año y unos meses hasta que cerró los ojos esa noche y nunca volvió a verlo.
«Aunque tengo otros hijos, él fue mi primogénito, me hizo madre», le dijo al departamento de investigaciones de la BBC Africa Eye, luchando por contener las lágrimas. He buscado en todos los centros infantiles, en Kiambu, Kayole, y nunca lo he encontrado».
Rebecca todavía vive en las mismas calles de Nairobi. Es pequeña, con pómulos afilados y cabello corto y muy trenzado.
No hay que buscar mucho para encontrar historias similares en las calles donde vive Rebecca, junto con otros residentes de Nairobi que no tienen hogar.
El hijo de Esther, de tres años, desapareció en agosto de 2018. «Nunca he estado en paz desde que perdí a mi hijo», explicó Esther. «Lo he buscado, de aquí hasta Bombay».
Han pasado cinco años desde que el hijo de Carol, de dos años, fue secuestrado en medio de la noche. «Lo quería tanto», afirmó. «Los perdonaría si me devolvieran a mi hijo«.
En Nairobi, mujeres vulnerables son víctimas de un floreciente mercado negro de bebés. A lo largo de una investigación de un año, Africa Eye ha encontrado evidencia de niños arrebatados a madres sin hogar y vendidos para obtener ganancias enormes.
Y en un esfuerzo por exponer a esos funcionarios gubernamentales, arreglamos con un cargo de un hospital -quien usó documentación legítima para hacerse cargo de la custodia de un niño de dos semanas- la compra de un niño abandonado.
Los ladrones de bebés van desde oportunistas vulnerables hasta delincuentes organizados, con frecuencia trabajando juntos.
Entre los oportunistas se encuentran mujeres como Anita, una bebedora empedernida y usuaria de drogas que vive intermitentemente en la calle, y gana dinero robando hijos a mujeres como Rebecca, yendo a por madres con bebés menores de tres años.
«Se utilizan para sacrificios»
Africa Eye se enteró de la existencia de Anita a través de una amiga suya, que quiso permanecer en el anonimato. La amiga, que pidió que la llamaran Emma, dijo que Anita tenía diferentes métodos para arrebatar niños en la calle.
«A veces ella habla primero con la madre, para tratar de ver si la madre sabe lo que planea hacer», dijo Emma. «A veces droga a la madre, le da pastillas para dormir o pegamento. A veces juega con el niño.
«Anita tiene muchas formas de conseguir niños».
Haciéndose pasar por compradores potenciales, Africa Eye organizó una reunión con Anita en un bar del centro de Nairobi frecuentado por vendedores ambulantes. Anita nos dijo que estaba bajo presión de su jefe para robar más niños y describió un secuestro reciente.
«La madre era nueva en las calles, parecía confundida, sin darse cuenta de lo que estaba pasando», dijo. «Ella me confió a su hijo. Ahora tengo al niño».
Anita explicó que su jefe era una mujer de negocios local que compraba bebés robados a pequeños delincuentes y los vendía para ganar dinero.
Algunos de los clientes eran «mujeres estériles, por lo que para ellas esto es una especie de adopción», pero «algunos los usan para sacrificios».
«Sí, se utilizan para sacrificios. Estos niños simplemente desaparecen de las calles y nunca se los vuelve a ver».
Esa pista oscura se hizo eco de algo que Emma ya nos había dicho, que algunos compradores «usan a los niños para rituales».
Esa pista oscura se hizo eco de algo que Emma ya nos había dicho, que algunos compradores «usan a los niños para rituales».
En realidad, una vez que Anita ha vendido a un niño, sabe poco sobre su destino. Se los vende a la empresaria por 50.000 chelines si es una niña o 80.000 chelines si es un niño: US$460 o US$720.
Ese es aproximadamente el precio actual en Nairobi por robarle un niño a una mujer en la calle.
«La mujer de negocios nunca dice lo que hace con los niños», aseguró Emma. «Le pregunté a Anita si sabía lo que hace con ellos, y me dijo que no le importa nada, si los lleva a la brujería o lo que sea. Mientras tenga dinero, no pregunta».
Poco después de la primera reunión, Anita llamó para concertar otra. Cuando llegamos, estaba sentada con una niña que dijo que tenía cinco meses y que acababa de secuestrar momentos antes, después de ganarse la confianza de la madre.
«Ella me la dio por un segundo y me escapé con ella», dijo.
Anita dijo que tenía un comprador esperando para comprar a la niña por 50.000 chelines (US$460).
Emma, nuestra fuente, intentó intervenir, diciendo que le habían presentado a un comprador que podía pagar 80.000 (US$720).
«Eso es bueno», dijo Anita. «Sellemos el trato para mañana».
Se fijó una reunión para las 5 de la tarde. Debido a que la vida de un niño estaba en peligro, Africa Eye informó a la policía, que organizó un operativo encubierto para arrestar a Anita y rescatar al niño, una vez que nuestro comprador se hubiera encontrado con ella.
Probablemente sería la última oportunidad antes de que la niña desapareciera.
Pero Anita nunca apareció y, a pesar de intentarlo durante días, no pudimos encontrarla.
Semanas después, Emma finalmente la localizó. Nos dijo que Anita aseguró haber encontrado un postor más alto y que usó el dinero para construir una casa de dos habitaciones, de hojalata, en una de las favelas de la ciudad.
La niña había desaparecido. La policía todavía tiene un expediente abierto sobre Anita.
«Supongamos que hacemos esto»
No existen estadísticas fiables sobre la trata de niños en Kenia, ni informes gubernamentales ni encuestas nacionales exhaustivas.
Las agencias responsables de encontrar niños desaparecidos y rastrear el mercado negro carecen de recursos y personal.
Una de las pocas salvaguardas para las madres cuyos hijos son robados es Missing Child Kenya, una ONG fundada y dirigida por Maryana Munyendo. En sus cuatro años de funcionamiento, la organización ha trabajado en unos 600 casos, dijo Munyendo.
«Este es un problema muy importante en Kenia, pero no se reporta mucho. En Missing Child Kenia apenas hemos arañado la superficie».
El tema «no ha sido priorizado en los planes de acción de respuesta para el bienestar social», afirmó.
Eso se debe, en parte, a que se trata de un delito cuyas víctimas suelen ser mujeres vulnerables y sin voz, como Rebecca, que no tienen los recursos ni el capital social para llamar la atención de los medios o impulsar la acción de las autoridades.
«El subregistro tiene una fuerte correlación con la situación económica de las víctimas«, dijo Munyendo.
«Carecen de los recursos, las redes y la información para poder ir a algún lado y decir: ‘Oye, ¿alguien puede hacer un seguimiento de mi hijo desaparecido?».
La fuerza impulsora detrás del mercado negro es un estigma cultural persistente en torno a la infertilidad. «La infertilidad no es algo bueno para una mujer en un matrimonio africano», relató Munyendo.
«Se espera que tengas un hijo y debería ser un niño. Si no puedes, es posible que te echen de casa. Entonces, ¿qué haces? Robas un niño».
Lo más probable es que una mujer en esa situación se ponga en contacto con un traficante como la jefa de Anita, que usa a personas vulnerables como ella para secuestrar niños en la calle. O podrían estar conectados con alguien con acceso a un hospital.
Según la investigación de Africa Eye, las redes de tráfico de niños están operando dentro de algunos de los hospitales gubernamentales más grandes de Nairobi.
A través de una fuente, nos acercamos a Fred Leparan, trabajador social clínico del hospital Mama Lucy Kibaki. El trabajo de Leparan es proteger el bienestar de los niños vulnerables nacidos en Mama Lucy.
Pero nuestra fuente aseguró que Leparan estaba directamente involucrado en el tráfico. La fuente se reunió con Leparan y le dijo que conocía a una mujer desesperada por comprar un hijo después de no haber logrado concebir.
«Tengo a este bebé en el hospital», respondió Leparan. «Lo dejaron hace dos semanas y nunca regresaron».
Según nuestra fuente, esta no era la primera vez que Leparan había arreglado la venta de un niño.
«El último caso me asustó», afirmó Leparan en la reunión, que fue grabada por Africa Eye. «Supongamos que hacemos esto: quiero un plan que no nos cause problemas más adelante», dijo.
«Es muy arriesgado»
Los niños como el bebé abandonado que ofrece Leparan deben ser llevados a un hogar de niños del gobierno mientras son colocados oficialmente con padres adoptivos que han sido sujetos a controles. Cuando personas como Fred Leparan los venden ilegalmente, nadie sabe realmente dónde terminarán.
Haciéndose pasar por una mujer llamada Rose, una reportera encubierta de Africa Eye se encontró con Leparan en una oficina cercana al hospital.
Leparan hizo algunas preguntas superficiales sobre la situación de Rose. Dijo que estaba casada pero que no podía concebir y que la familia de su marido la presionaba para dar a luz.
«¿Has probado la adopción?» Preguntó Leparan.
«Lo pensamos, pero parece que es un poco complicado», respondió Rose.
Con eso, Leparan estuvo de acuerdo. El precio sería de 300.000 chelines, unos US$2.600.
«Si seguimos adelante con este trato, solo seremos nosotros tres, yo, tú y él», dijo, señalando a Rose y a nuestra fuente. «Mi problema es confiar en alguien. Es muy arriesgado. Me preocupa mucho».
Dijo que se pondría en contacto para concertar la venta.
La elección de Adama
Entre los ladrones callejeros como Anita y los funcionarios corruptos como Leparan, hay otra capa en el negocio de la trata de niños en Nairobi.
En algunos de los barrios marginales de la ciudad se pueden encontrar clínicas callejeras ilegales con salas de parto para futuras madres. Estas clínicas improvisadas son un lugar conocido para el comercio de bebés en el mercado negro.
Trabajando con una periodista local, Judith Kanaitha de Ghetto Radio, Africa Eye se acercó a una clínica en el vecindario Kayole de Nairobi, hogar de miles de los residentes más pobres de la ciudad.
Según Kanaitha, el comercio de bebés está en auge en Kayole.
La clínica a la que nos acercamos es operada por una mujer conocida como Mary Auma, quien dijo que había trabajado como enfermera en algunos de los hospitales más grandes de Nairobi.
Kanaitha se hizo pasar por compradora. Dentro de la clínica, dos mujeres ya estaban en trabajo de parto.
«Esta tiene ocho meses y medio de embarazo, está casi lista para dar a luz», dijo Auma, susurrando. Ella se ofreció a vender el niño por nacer a Kanaitha por 45.000 chelines, unos US$410.
Auma no pareció preocupada por el bienestar de la madre después del nacimiento. «Tan pronto como obtenga su dinero, se irá», dijo, agitando la mano. «Lo dejamos claro, nunca regresan».
La mujer en la clínica ese día era Adama.
Adama estaba arruinada. Al igual que Rebecca, había sido abandonada por el hombre que la dejó embarazada, y el embarazo le había costado su trabajo en un sitio de construcción cuando ya no podía cargar pesadas bolsas de cemento. Durante tres meses, su casero la esperó, luego la echó.
Entonces Adama decidió vender a su bebé. Mary Auma no le estaba ofreciendo los 45.000 chelines que intentaba cobrarnos. Le dijo a Adama que el trato era por solo 10.000 (US$90).
«El sitio estaba sucio, usaba un pequeño recipiente para la sangre, no tenía palangana y la cama no estaba limpia», contó Adama más tarde, en una entrevista en su aldea. «Pero estaba desesperada y no tenía otra opción».
Adama dijo que el día que entramos en la clínica, Mary Auma acababa de inducirla, sin previo aviso, dándole comprimidos para tragar. Auma tenía un comprador y estaba ansiosa por hacer la venta.
Pero el parto no fue sencillo. El bebé tenía problemas en el pecho y Auma le dijo a Adama que lo llevara al hospital Mama Lucy para recibir tratamiento.
Después de dos semanas, Adama fue dada de alta con el bebé. Le envió un mensaje de texto a Auma, y Auma nos escribió.
«Ha nacido un nuevo paquete», escribió. «45.000».
En la clínica, Adama se reunió con Auma y su asistente. «Dijeron que el bebé se veía bien y que si el cliente lo deseaba lo llevarían de inmediato», dijo.
Adama había tomado la dolorosa decisión de vender a su hijo. Ahora lo estaba reconsiderando.
«No quería vender mi bebé a alguien que no podría cuidarlo, o alguien que compra bebés para usarlos en otras cosas», aseguró más tarde.
Así que Adama salió de la clínica ese día con su bebé. Pero lo dejó en el hospital infantil administrado por el gobierno, donde esperaría a los padres adoptivos y, quizás, una vida mejor.
Nunca consiguió el dinero que necesitaba. Ahora vive sola, lejos de Nairobi, y a veces sueña con su hijo, se despierta temprano y piensa en él. A veces, si no puede volver a dormirse, camina en la oscuridad hasta que encuentra a alguien más despierto.
Pero no se arrepiente de su elección. «Me siento en paz por haberle dado a mi bebé al gobierno», dijo, «porque sé que está a salvo».
La venta en el hospital
Fred Leparan, el trabajador social clínico en el hospital gubernamental, llamó para decir que había identificado a un bebé que su madre había entregado y que quería robar para nosotros.
El niño era uno de los tres niños en el hospital que esperaban ser trasladados a un hogar infantil cercano. El trabajo de Leparan era asegurarse de que llegaran a salvo.
Pero Leparan sabía que una vez que los bebés salieran del hospital Mama Lucy, la posibilidad de que alguien de allí verificara que habían llegado era pequeña.
En el hospital, Leparan llenó el papeleo necesario y se puso a hablar con el personal, que no tenía idea de que estaban robando un niño bajo su vigilancia.
Rose, la reportera encubierta, esperaba afuera en un automóvil. Leparan les dijo a las enfermeras del hospital que trabajaba para el hogar de niños y les pidió que le llevaran a los bebés.
Parecía cada vez más ansioso, pero aseguró a nuestra fuente que las enfermeras no los seguirían.
«No, no pueden, tienen trabajo que hacer», dijo. Luego instó al equipo a que se fuera rápidamente. «Si seguimos charlando así, alguien puede sospechar», dijo.
Momentos después, el equipo salió del hospital Mama Lucy con tres bebés en el coche e instrucciones de llevar solo dos de ellos al hogar infantil. A partir de ahí, el tercer bebé podría haber ido a cualquier parte, a cualquier persona.
El equipo encubierto llevó a los tres niños a salvo al hogar, donde serán cuidados hasta que se pueda organizar una adopción legítima.
Más tarde esa misma tarde, Leparan llamó a Rose a una reunión y le indicó que pusiera los 300.000 chelines (unos US$2.700) acordados sobre la mesa. Le indicó que fuera a ver a un nutricionista. «Lo único que hay que vigilar es la marca de la vacuna del niño», dijo.
«Además, ten cuidado. Ten mucho cuidado».
La BBC confrontó a Fred Leparan sobre esta transacción, pero se negó a responder. El hospital también rechazó las solicitudes de comentarios, y Leparan parece haber mantenido su trabajo.
También informamos a una ONG de derechos del niño sobre la clínica callejera ilegal de Mary Auma en Kayole, que a su vez informó a la policía. Pero Auma parece estar todavía en el negocio. No respondió cuando le planteamos nuestras acusaciones.
E intentamos exponer nuestras acusaciones a Anita, pero parecía haber vuelto a desaparecer en las sombras de la calle.
Para las madres cuyos hijos fueron robados, nunca habrá una resolución real. La mayoría sigue en el limbo, con la esperanza de volver a ver a su hijo, sabiendo que probablemente no lo harán.
Rebecca daría «todo» por ver a su hijo. «Y si murió, me gustaría saberlo también».
El año pasado, escuchó que alguien vio a un niño en un vecindario lejano de Nairobi que se parecía a su hija mayor, la hermana de Lawrence Josiah.
Rebecca sabía que probablemente no era nada, y no tenía forma de llegar al barrio y no tenía idea de dónde buscar si lo hacía. Llegó hasta la estación de policía local, pero no pudo obtener ayuda, y finalmente se rindió.
«Hay una posibilidad entre un millón de que estas mujeres vuelvan a ver a sus hijos», afirmó Maryana Munyendo, de Missing Child Kenya. «Muchas de las madres de la calle son ellas también niñas, y se aprovechan de su vulnerabilidad».
«Pero nadie debe asumir que la gente de la calle no tiene sentimientos, que no merecen justicia. Tienen sentimientos. La forma en que extrañas a tu hijo si vives en un área suburbana es la misma forma en que extrañas a tu hijo si eres una madre en la calle «, dijo Muyendo.
Algunos de los bebés robados de la calle terminarán en esas áreas suburbanas. A veces, Rebecca piensa en las mujeres más ricas que pagaron por ellos, en qué se necesita para criar a un niño que sabes que le robaron a otra persona.
«¿Qué están pensando?» se pregunta. «¿Cómo se sienten?».
Salvo las atribuidas a otras fuentes, las fotos son de Brian Inganga.