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Invasores

En nuestro país cuando pensamos en invasores usualmente son ocupantes ilegítimos de terrenos con dueño o inmigrantes ilegales de Haití.

Es vergonzoso que el robo de solares o predios agropecuarios o baldíos, con títulos registrados válidamente, sea un delito pocas veces perseguido por la Policía o los fiscales, creando una impunidad social que regulariza de forma espuria el robo de la propiedad privada, un derecho constitucional imprescriptible.

En el segundo caso, uno de los principales peligros para la seguridad nacional es la incesante invasión de haitianos que huyen de la inviabilidad de su territorio dominado por bandas criminales.

Ambas situaciones, la entrada irregular al país o tratar de adueñarse de algo ajeno, cuando no son combatidas eficazmente con macana legal por las autoridades, convierten al usurpador en conquistador.

Igualmente pasa con el medioambiente con invasores no humanos, llegados accidentalmente por el comercio internacional como la tutecas o salamanquejas suramericanas, o traídos por gente desaprensiva. Por eso me alegró el despabile de la Academia de Ciencias al advertir reiteradamente que el Zoológico Nacional pretende traer desde Puerto Rico unas culebras que allá y en Florida son consideradas peligrosas e invasoras.

Las pitones de Burma y las boas constrictoras han devastado la vida silvestre de los Everglades floridianos, por depredar mamíferos y reptiles nativos, cuya significativa baja en número es un desastre ecológico.

Si anteriormente han escapado felinos, reptiles y aves del zoológico, ¿para qué cuquear la suerte provocando otra canana indeseable? Las autoridades deben prevenir para no lamentar.

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Abogado, periodista y escritor dominicano.

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