Como se sabe, la medición del crecimiento del PIB es coyuntural, aunque algunos sostienen el criterio de que ese crecimiento ha de traducirse en riqueza en abundancia y en una reducción de la pobreza, el cual no se corresponde ya que esta tiene características estructurales cuya mitigación ha de responder con medidas de política económica de mediano y largo plazo para lograr los resultados deseados. Pero resulta que solo se aplican política económica coyuntural con el objetivo de lograr un crecimiento del PIB con efectos de cortoplacista.
Es oportuno resaltar que en la medición del PIB se procura obtener con precisión que tanto crece la economía de un periodo a otro y el impacto que ese crecimiento tiene en el mercado laboral. Por igual, se hace comparación de que tanto se logra crecer en comparación con países de igual nivel estructura sectorial ya que hay que tener mucha cautela con estas comparaciones, en el entendido de que al comparar dos o más países, el que tiene el mayor nivel de PIB no necesariamente significa que está mejor que el que tiene un PIB inferior, sino que este logre alcanzar un nivel de crecimiento que permita una equidad en la distribución de la riqueza y ser incluyente.
La literatura económica establece que una prueba de la salud macroeconómica de una economía se evidencia a través de la tasa de crecimiento del PIB, esto es, que se logre expandir el potencial de la producción que tenga un país. Cuando decimos que la producción está en expansión o contracción, en lo inmediato viene a la imaginación las variaciones en la cantidad de bienes y servicios que se han producido, lo cual toma mayor trascendencia porque para cada período se producen millones de bienes y servicios diferentes, que tienen un valor monetario al que se denomina Producto Interno Bruto.
Es en tal contexto que, para evitar ilusorias interpretaciones sobre el crecimiento económico, es de gran utilidad que se tenga clara conciencia de que el PIB de un período a otro tiende ajustarse, fruto de que los niveles de precios registran variaciones que hacen incrementar el valor de la producción, aunque no haya variación significativa en el volumen físico de la misma. Lo importante en un crecimiento de la economía es que este sea continuo, genere empleo, aumente la calidad de vida y que el mismo sea superior a la tasa de crecimiento de la población y acercarse a su potencial de crecimiento.
En tal sentido, la teoría del crecimiento económico facilita la explicación tendencial de la economía y el análisis de sus características, puesto que este supone un aumento del PIB potencial de un país y su renta per cápita en el largo plazo, dado que se trata de la medición de la producción de un país y, por tanto, de su nivel de actividad económica. Con frecuencia, erróneamente, se tiende a interpretar el crecimiento económico en el corto plazo y asociar éste con la situación individual de cada persona, lo que conduce a concluir que tampoco se tiene precisión de las fuentes que originan el crecimiento del PIB.
Bajo ese enfoque, se debe interpretar que el crecimiento económico puede, bajo ciertas condiciones, influir en una mitigación de la pobreza de manera significativa; por igual, puede no tener ningún impacto sobre este fenómeno socioeconómico. Y es aquí donde hay que ponderar que el crecimiento del PIB resulta necesario, pero insuficiente para creer que por el simple hecho de que haya expansión económica eso por sí solo, se traduzca en una reducción de la pobreza, o que se refleje en lo inmediato en el bienestar de las personas.
Pero resulta que el PIB es una medida estandarizada que procura, de manera precisa y general cómo se ha desempeñado la economía, a pesar de que la propia teoría del crecimiento económico plantea que, si éste es mayor, mejor estará la economía, aunque en la realidad esos criterios son muy variantes. Pero es que de por sí, el crecimiento del PIB, no necesariamente, se traduce en mejoras del nivel de vida de la población, tal como ocurre en la actual coyuntura porque se ha incurrido en el grave error de apuntalar un crecimiento económico comparando la fase de la recuperación con la fase de la contracción sobre la base de un rebote estadístico que no está reflejando la realidad económica y social, algo imperdonable.