El interés nacional puede definirse fácilmente. Es aquello que más conviene, beneficia y unifica a la mayor cantidad de ciudadanos de un Estado, por encima de cualesquiera conjunto de intereses particulares internos contrapuestos.
Frecuentemente, es confundido con el llamado “interés del Estado”, la “raison d’Etat” francesa, que no siempre coincide con el interés nacional porque el órgano estatal que es el gobierno es un monstruo con vida propia cuyos intereses pueden ocasionalmente malearse en manos de políticos defectuosos.
El concepto viene a cuento, cobra actualidad, porque las relaciones diplomáticas o internacionales buscan armonizar los distintos y variados intereses de todos los países del mundo.
Y ahora que el presidente Danilo Medina ha juiciosamente rechazado el famoso pacto migratorio de la ONU, me pregunto: ¿no sería edificante que en vez de rabiar endilgando epítetos, sus frustrados defensores expliquen cómo y por qué habría convenido su firma?
Decisiones razonadas son mejores que tuiteos emotivos, conducentes a errores como los de Trump, que se emburuja simultáneamente con chinos y árabes, peleándose en dos frentes…