Malinterpretar las intenciones del presidente Abinader puede conducir a equívocos por nuestros vecinos del oeste. Influyentes opinantes en Haití arguyen que abrir la frontera parcialmente para el comercio mientras continúa la suspensión de expedición de visas a haitianos significa que las relaciones humanas y diplomáticas están relegadas a un segundo plano ante el comercio.
Este burdo chantaje emocional esquiva el fondo del asunto: el control del territorio por bandas criminales y la incapacidad de las ilegítimas autoridades para cumplir cualquier compromiso al que se obliguen. El ilegal canal del río Dajabón fue la gota que colmó la paciencia del Gobierno dominicano.
El propósito de mantener la frontera cerrada ante la inminencia de la misión de la ONU es evitar que los bandoleros crucen hacia acá. La apertura parcial del comercio tiene un obvio aspecto humanitario y otro práctico, reducir el contrabando y evitar la quiebra de productores y comerciantes.
Son medidas dolorosas pero necesarias ante la situación de excepción en Haití, aparte del conflicto en Dajabón. Convienen más a la legalidad que la anterior normalidad, con Haití siempre dizque víctima de otros y no de ellos mismos.