Inteligencia artificial y economía

Inteligencia artificial y economía

Inteligencia artificial y economía

La inteligencia humana es un don. Una facultad que nos ha permitido distanciarnos del reino animal. Siempre ha servido de plataforma de progreso y signo de felicidad.

Tiene utilidad y un coeficiente medible; es innata al ser humano, pero se ejercita. Y de ahí que puede servir para el bien o para el mal.

Para crear riqueza, bienestar y progreso; también, para generar destrucción. Es un instrumento esencial en la invención y la creatividad.

Sin embargo, en los tiempos modernos, se habla de inteligencia artificial, en tanto creación de la misma inteligencia.

Por lo tanto, es artificial en cuanto depara en segunda invención o prolongación de la mente humana. Antes de su aparición solo se hablaba de inteligencia natural, como una cualidad únicamente humana, a pesar de que existe la inteligencia de ciertos animales: como el perro, la abeja, el gato, el mono, el zorro, el cuervo, etc.

Representa una paradoja, pues sería una inteligencia paralela, es decir, una inteligencia que inventa otra inteligencia, pero artificial. Dicho en una palabra: mecánica.

Es una oferta creada por el hombre, que generará otras demandas y que tendrá un impacto –¿nocivo o beneficioso?- para el futuro de la civilización humana.

¿Hasta qué punto la inteligencia artificial pone en riesgo la civilización, o la sociedad humanas? ¿Puede seguir el avance de la inteligencia artificial sin una ética que la regule, o gobiernos que la supervise?

Si bien el maquinismo representó una revolución industrial, también generó un ejército de desempleados.

Así, la revolución digital también está generando desempleos, pero también, creando nuevos empleos y oficios. ¿Cuál sería el límite y el destino final de esta revolución?

¿Cuáles son los peligros del desarrollo de la inteligencia artificial y su impacto en la economía compartida? ¿Es la robotización sinónimo de deshumanización? ¿Acabará la robotización siendo más una enfermedad que un antídoto?

Los ordenadores están revolucionando nuestras vidas, salta a la vista, y también, haciéndonos más autónomos. Pero no hay dudas de que la inteligencia artificial y la robótica están experimentando un impacto sin precedentes en el factor empleo y en el mercado laboral.

Su influjo en los sectores transporte, medicina, educación y telecomunicaciones es mayor.

El riesgo para la mano de obra humana reside en que los robots no se enferman, ni se fatigan, y son más baratos para las empresas. Tampoco hay que pagarles prestaciones laborales ni seguro médico y de vida.

En efecto, la robotización nos hará más autónomos, hasta el punto de que hay autos sin conductores.

La invención más impactante, cómica y deshumanizante es la de los maniquíes femeninos, que vendrían a reemplazar la novia, o la esposa, lo cual representaría una ruptura radical del sentimiento amoroso y del erotismo mismo, con lo que pondría en crisis la propia naturaleza humana y el futuro de la especie sobre la tierra. ¿Hasta dónde llevará la inteligencia humana su escala de valores?

¿O estamos arribando al eclipse del sentimiento humano y a la pérdida de los valores espirituales que le han dado cimiento, sentido y solidez a la civilización? ¿Podrán los robots reemplazar –o desplazar- la inteligencia natural del hombre y hacer las mismas funciones?

Stephen Hawkings, el científico británico más famoso del mundo, fue el primero en dar el grito de alarma sobre los riesgos que entraña el desarrollo de la inteligencia artificial sin límites y sin control ético o estatal.

Como desafío para la ciencia es un termómetro para medir la potencia y avance del ingenio humano, pero también, representa una descomposición, más que una transformación de la mente creadora al servicio de un mundo sin frenos.



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