Nos hemos convertidos en malabaristas de las horas y los días y al pasar balance muchos nos preguntamos: ¿cómo lo hicimos?, ¿cómo hemos podido compaginar nuestra vida personal, familiar y profesional? Pero un buen día, ya sea en compañía de la familia, los amigos o la pareja, damos justo valor al esfuerzo que realizamos al despertar por dedicar ese tiempo especial a los que más queremos y lanzamos un suspiro al decir: “qué sería la vida si no fuera por estos momentos”, y logramos entender el verdadero valor de lo que Dios ha puesto en nuestras manos y de las personas que le dan y han dado sentido a cada una de las 24 horas del día.
Unas permanecen, mientras otras se van, pero cada una de ellas ha impregnado sonrisas, emociones, sentimientos, vivencias, alegrías y tristezas, creando esa mezcla multicolor que le da sentido a cada respiro.
Colocarlos en su justo lugar no es tarea fácil, pero se hace necesario si queremos seguir disfrutando de las cosas y personas maravillosas que han sido colocadas en nuestro sendero para hacernos crecer y darnos un poco de felicidad.
Debemos aprender a no ser mezquinos con los sentimientos ni las personas que nos han regalado un poco de ellos y saber decir “gracias por lo que me diste en el tiempo que estuviste”, es una expresión que he escuchado muchas veces de mi querida amiga Xiomara Lora, de Loxim Centro de Integración Humana, y ponerla en práctica, debo confesar, me ha hecho un mejor ser humano y una persona más feliz.