Es increíble como nuestras propias inseguridades se convierten en verdaderos limitantes. Veo personas con un talento asombroso, inteligentes, hasta con capacidad de ejecutar que se dejan controlar por la inseguridad y no logran avanzar y, si lo hacen, siempre están con el temor de que son incapaces de hacer algo.
Es algo de lo que se habla muy poco, porque casi se asume como algo normal. Pero desde que somos pequeños nos llegan mandatos que van germinando esa inseguridad en uno mismo que si no se detecta a tiempo crece y se hace más fuerte.
Creo que el dudar o preguntarte sobre algo es positivo, porque a través de las respuestas puedes ver diferentes ángulos que te nutren para tomar decisiones. Pero muy diferente es hacerlo por miedo a no dar la talla, por temor a equivocarte, por creer que los demás van a pensar que no vales para eso.
Cuántas gracias doy hoy a todas las veces que me he equivocado, porque no solo han formado a la persona que soy, es que me han dado tantos aprendizajes que no puedo sino verlas como algo positivo.
Y para equivocarme solo hay una clave: hacer las cosas. Cierto que prefiero tener éxito y hacerlo bien, pero nunca he dejado de intentar algo por miedo a no poder hacerlo, me da más terror quedarme con la sensación de que tiré la toalla y no confíe en mí.
Tener dudas te motiva, te lleva al límite de tus capacidades, te reta, hasta te estresa, pero todo eso forma parte de la vida misma, porque no hay nada más placentero que cuando te das cuenta de que tu talento, tu inteligencia y tu actitud frente a la vida te permiten lograr cosas, aprender otras y, claro, equivocarte para seguir hacia delante.