Trump ha demostrado ser maleducado, tramposo en sus negocios (cuando menos litigioso), tímido para pagar impuestos (por no decir evasor) e indecoroso (oral y sexualmente).
Pero es un “crack” en cuanto a instintos acerca del sentimiento político de la inmensa masa de gringos pobres y brutos que le apoya.
Tuiteó el lunes: “Guatemala, Honduras y El Salvador fueron incapaces de detener las gentes dejando su país y viniendo ilegalmente a EUA. Ahora comenzaremos a cortar, o reducir sustancialmente, la masiva ayuda externa rutinariamente dada a ellos”.
Cualquier dominicano apoyará sin chistar que Trump asuma pleno control de sus fronteras, ejerciendo su soberanía. Pero ojalá igual celo lo aplicara al tráfico de drogas.
Mejoraría las economías, orden político y seguridad jurídica y social de los “paisitos” que pretende “castigar”.
Habría menos emigrantes y californianos rubios cosecharían sus tomates. Lo mismo que exige, mejor control interno, debería aplicarlo dentro de Estados Unidos, cuyo voraz consumo de drogas ilegales equivale a una constante agresión pasiva a todas las naciones corroídas, debilitadas y empobrecidas por ese flagelo.