Inmerecida impunidad
La reputación, prestigio y buen nombre son activos intangibles valiosísimos que poseen un valor medible con dinero. Puede justipreciarse el daño causado por difamadores y otros deslenguados. Quien injuria y difama a otro es un asesino del carácter ajeno.
¡No merece impunidad! Por eso sigo opuesto al reclamo de colegas quienes arguyen que conviene “eliminar la prisión para delitos de palabra y dejarlos en la esfera civil, para que la reparación del daño, en caso de comprobarse la difamación o la injuria, no conlleve cárcel”.
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La pena de privación de libertad no ha bastado para prevenir la infame vocinglería de difamadores ni son disuasivas simples multas, como poniendo precio a honras ajenas.
Las más notorias condenaciones locales por difamación son por insultos políticos: Faña del PRM, Martínez Pozo difamó un dirigente “verde”, Vincho a Hernani, Wilton al expresidente Hipólito Mejía.
En vez de abogar por la velada impunidad que es eximir de condenas penales incluyendo cárcel por difamación e injuria, deberíamos procurar mejores maneras de debatir, hacer periodismo y discutir públicamente.
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