Iniquidad y justicia

Iniquidad y justicia

Iniquidad y justicia

Altagracia Suriel

Hay una acción reseñada de forma común en las civilizaciones antiguas frente a la cual actúan las normas jurídicas y leyes y es la iniquidad definida como la ausencia de justicia que conduce al mal y al atropello frente al más débil.
La Biblia plantea la iniquidad como el rechazo a las leyes del Señor y sus caminos. La iniquidad implica la acción de prescindir de Dios y sus mandatos y preceptos viviendo en ausencia de sus principios.

El ser humano que practica la iniquidad se convierte en inicuo que en términos bíblicos es el injusto que se aparta del Altísimo y obra mal a su prójimo. En griego, inicuo proviene de aequus que se asocia a la inequidad.

En su dimensión personal y social, la falta de justicia es iniquidad, inequidad y desigualdad. En lo personal ser justos implica asumir la ley de Dios como guía de vida y esa ley es la ley del amor a Dios sobre todas las cosas y al prójimo como a sí mismo.

El amor destierra el odio, la violencia, el desdén, el maltrato y las injusticias cometidas contra los hermanos. La justicia es la otra cara del amor. El Señor nos juzgará en base a práctica de la justicia.

Para Él, ser justos y hacer justicia es tener misericordia y caridad en todo tiempo. Sobre todo cuando nadie nos ve. En ese sentido, Mateo 6:1 nos exhorta lo siguiente: “Cuídense de no practicar su justicia delante de los hombres para ser vistos por ellos; de otra manera no tendrán recompensa de su Padre que está en los cielos”.

En lo público, en ausencia de justicia y cuando la iniquidad se generaliza se convierte en latrocinio. Se cae en injusticia cuando se quita al pueblo o a las personas lo que les corresponde. Por eso es común asociar la pobreza, la miseria y los abusos a la falta de justicia social.

Cuando hay personas justas, aplicación de justicia y leyes justas se vive en paz. Lo dice el papa Francisco cuando nos reitera lo siguiente: “recuerden siempre que cuando una justicia es realmente justa, esa justicia hace feliz a los pueblos y dignos a sus habitantes. Ninguna sentencia puede ser justa, ni ninguna ley legítima si lo que producen es más desigualdad, si lo que producen es más pérdida de derechos, indignidad o violencia”.