Desde que cayó el Imperio Ruso a principios de 1917 con la abdicación del emperador Nicolás II, los revolucionarios bolcheviques fusilaron a casi toda la familia Romanov.
Eran muchos, pero en 1919 apenas quedaban presos en Petrogrado tres primos y un tío del zar.
El presidente de la Sociedad Imperial de Historia Rusa delegó a Gorky para rogar por la vida de esos cuatro desdichados, académicos ajenos a la política.
Lenin respondió a Gorky: “La revolución no necesita historiadores…”. A Churchill le atribuyen haber dicho que le tenía sin cuidado el juicio de la historia, puesto que planeaba escribirla él mismo.
Un viejo adagio cibaeño reza: “Lo importante no es como uno comienza, sino cómo uno termina”, refiriéndose a la fama o consideración que merezca cada honra.
Quizás sean plumas de burro, pero al mirar en derredor me pregunto quién escribirá la historia de estos días, del escándalo Odebrecht, del punto de inflexión política que nos crispa. ¿Cómo estarán influyendo quienes conscientes de la Historia determinan cómo se cuenta este cuento?