“Infórmate mejor”, dicen amigos disgustados por alusiones de la prensa. Pero cuando la mala información o juicio errado ha recaído sobre otro, son más tolerantes.
Lo propio pica.
Lo ajeno satisface al morbo.
En la capital europea donde inventaron la caballerosidad, los más estrictos árbitros sociales han opinado que un auténtico “gentleman” jamás usa perfume, nunca levanta la voz ni para mandar sus perros o caballos y su nombre sólo debe publicarse en la prensa tres veces: al nacer, al casar y al morir (pero en los dos últimos casos sólo si casa y muere bien…).
La cuestión es que ser periodista es tremenda canana. A mi papá casi le da un infarto cuando dije que me dedicaría al periodismo y me apena que quizás le causé una gran decepción al escoger este desafortunado oficio. O quizás me escogió a mi, porque por más que trato de zafarme siempre quedo enredado.
En fin, quien es realmente honorable no requiere aclaraciones. Batir mucho da suspiritos o suflé: ambos llenos de aire…