A propósito del anuncio ayer por el presidente Medina del reforzamiento fronterizo, rescato esto de hace años: “Ya no sé qué hacer con mis vecinos.
Si ofrezco pagarles un psiquiatra podrían ofenderse. Imagínense, los invito a casa y aquí se pelean entre ellos y terminan culpándome a mí. Cuando usan mi baño no dan manigueta. Luego nunca quieren irse.
Lo peor es que según he sabido, viven resentidos conmigo, dándome tijera cada vez que pueden por el vecindario. Pero en las demás casas no los dejan entrar por asquerosos, aunque les celebran todos sus chismes… Su patio es un desorden lleno de cucarachas, ratones y otras alimañas.
A cada rato intentan tirar sus desperdicios en mi jardín y cuando les reclamo arman un vocinglero como si estuviera en falta yo. Se burlan si voy a misa y tienen unos ritos rarísimos.
Les visité, para que no me digan parejero, y fue un desastre. Me cayeron a pedradas. Unos atronados juraban que debía buscarles trabajo. No sé qué hacer con mis vecinos…”.