Si se parte del criterio de que el desarrollo humano es el progreso del entorno de todas las personas, y que de estas depende totalmente las posibilidades de cohabitar en forma fructífera y creadora, conforme a sus necesidades e intereses, entonces, se puede tener la sospecha cimentada de que se enfrenta una gran preocupación de que el bienestar colectivo está en riesgos.
Pero es que a escala planetaria se evidencia un marcado deterioro de la economía fruto de los trastornos de la crisis global que ha impulsado cambios que se han originado en la economía global y de situaciones multifactoriales de orden económico, social y político, por lo cual el planeta ha transitado en los últimos tres años.
Alrededor del mundo el tema de la salud y la inflación se han tornado cada vez más de gran relevancia, tanto para países de altos ingresos, así como para los de ingresos medios y bajos. Esto así ya que las dificultades provocadas por las alteraciones de los precios y las secuelas de la crisis sanitaria global han incidido de forma concluyente en el deterioro del crecimiento económico, en virtud de que corresponde a la capacidad de la economía el hecho de acrecentar la producción de bienes y servicios.
Desde una perspectiva de la economía, los beneficios que se derivan de la estabilidad de precios y una buena salud es que se contribuye al crecimiento económico en muchos sentidos, tales como una más rápida evolución vegetativa, un mayor desempeño educacional, incremento de los ahorros familiares, incremento de la productividad laboral, y una mejor estabilidad social y económica. Pero es que en general, la situación inflacionaria y la dimensión de la crisis sanitaria se han expresado en una ampliación asombrosa en las tasas de mortalidad e incapacidad en el poder adquisitivo, sin importar estratos sociales, aunque los pobres sufren de un alto rango de estos dos flagelos, porque son más susceptibles a este terrible malestar, en parte, fruto de la carencia de recursos para enfrentarla.
En el actual contexto de crisis de precios se están manifestando tres factores fundamentales a través de los cuales los problemas de la salud y la canasta alimentaria comienzan a ser un obstáculo para la prosperidad a escala global. Estos problemas se producen en un escenario en que las expectativas de vida se convierten en una incertidumbre, los efectos negativos en el desarrollo de la educación, salud y alimentación, así como las secuelas de la pandemia han erosionado la cooperación social, la estabilidad de los precios y la desaparición de la estabilidad macroeconómica.
Bajo ese enfoque se interpreta que en la economía global predominan riesgos y tensiones derivados de la insignificante dinámica que registra la economía y la volatilidad mercados financieros globales, como resultado de la agresiva política monetaria global, los cuales son una amenaza para los sistemas financieros, al tiempo que genera inseguridad alimentaria y en el ingreso. No obstante, en el marco de una contracción económica global, las economías han entrado en una fase de alta vulnerabilidad, lo cual explica la fragilidad económica predominante y un crecimiento del PIB decepcionante con potencial de profundizarse.
La economía global está girando alrededor de una crisis de precios sin precedentes y que ya había entrado en una situación muy frágil fruto del inentendible conflicto bélico entre Rusia-ucrania y unos mercados financieros bordeados por una volatilidad derivada de una situación especulativa que solo genera incertidumbre, el colapso de tres entidades bancaria en USA es la mejor evidencia. La ralentización que se registra en la economía global permite anticipar que al ritmo que presentan las grandes economías, estas podrían convertirse en los próximos años en economías emergentes y las economías en vía de desarrollo acelerarían su coeficiente de desigualdad, pobreza e indigencia
En el contexto de los riesgos económicos global se está asistiendo a un desproporcionado incremento considerable de los niveles de inflación que ha deteriorado el poder adquisitivo del conjunto de los consumidores a escala planetaria, generando una incertidumbre sin precedentes históricos. El fenómeno de la inflación se observa en la economía de cada país, fruto del aumento desordenado de los precios de la totalidad de los bienes y servicios, dificultando la distribución de los ingresos por la precariedad que esto implica y porque el dinero no alcanza para comprar los mismos bienes que antes.
No es cierto que la inflación baja, lo que ocurre es que la velocidad de crecimiento de los precios puede variar menos. Es por ello que es necesario observar a qué ritmo se incrementan los precios, lo que obliga al gobierno a recurrir a la aplicación de medidas de políticas efectivas para frenar las alteraciones de los precios, lo contrario es manipulación.