En un par de días comenzará el año 2026, que encontrará a la sociedad dominicana en medio de un panorama enrarecido, sin perspectivas claras de qué pasará durante los próximos doce meses.
Lo ideal sería que iniciemos el año rebosantes de optimismo, pero lo que hereda del 2025 no da motivos para un estado de ánimo diferente a la realidad del momento.
Servicios esenciales precarios, como la salud y la energía eléctrica, crecimiento económico por debajo del proyectado inicialmente, el indetenible endeudamiento externo, persistencia de la inseguridad ciudadana y el recrudecimiento de los actos de corrupción administrativa, encabezados por el crimen de lesa humanidad originado en el Sistema Nacional de Salud (Senasa), entre otros; genera un panorama de serios desafíos e incertidumbre.
Todo lo anterior muestra que afrontar exitosamente los desafíos planteados para el año 2026, no sólo será una tarea económica, sino, también, de carácter ético frente a una sociedad que ha ido perdiendo gradualmente la confianza en las autoridades gubernamentales.
La administración del presidente Luis Abinader habrá de centrarse en gobernar con las artes propias de una gestión eficiente, recurriendo al acompañamiento de actores claves de la sociedad, incluyendo a los liderazgos de los partidos políticos de la oposición. Aunque hay que admitir que la cooperación de éstos últimos no resultará fácil, debido a la pugnacidad política.
Naturalmente, el difícil arte de gobernar a una nación en el mundo de hoy requiere de las autoridades gobernantes un ejercicio basado en la capacidad y la ética para la implementación de políticas públicas que proporcionen bienestar colectivo a sus habitantes.
El instinto, la improvisación y la conducción estatal en función de por dónde se dirigen las olas de las redes sociales y los medios de comunicación en el día a día no son opciones adecuadas para garantizar mejoras en las condiciones materiales de vida de la población.
El buen gobierno se planifica con eficiencia y eficacia; el azar no produce dividendos, mucho menos la saturación con narrativas de una bonanza que colide con la realidad. Hay que contar con técnicos cualificados que diseñen y ejecuten iniciativas que proyecten futuros promisorios, que sean capaces de afrontar exitosamente las crisis, al margen de que sean exógenas o endógenas. En estos tiempos no hay espacios para los funcionarios kakistocráticos, es decir, inexpertos e incapaces.
Además, de los conocimientos, destrezas y habilidades de los gobernantes de esta época, otro elemento indispensable lo constituye el aspecto ético. Esto, porque la axiología, como rama de la filosofía y auxiliar de la ética, juega un rol importante en el ejercicio de la opinión pública, en virtud de su vinculación con las estructuras de los valores y los juicios valorativos.
La sociedad dominicana forma parte del mundo hiperconectado. Una enorme cantidad de ciudadanos tiene a su alcance plataformas digitales en las que expresa libremente sus ideas, lo que ha contribuido a que se denuncien cada vez más la corrupción.
Se requiere con urgencia disminuir las desigualdades sociales y formular propuestas e iniciativas de solución a problemas prioritarios de la cotidianidad con la finalidad de reducir la pobreza.
Esa cruda realidad es la que está planteada para el año 2026; una cuestión de mayor cuantía, sin incluir la histórica amenaza a la seguridad nacional que representa la vecina República de Haití, donde el control sigue en manos de bandas criminales.
Ojalá que Dios ilumine a los actuales para que puedan conducir por buen camino los destinos nacionales, pero la realidad es que hay incertidumbre a la vista para el próximo año.