Un poeta nato, como sin duda Jack lo fue, es el producto de la particular evolución de su sensibilidad, reaccionando ante las experiencias que le afectan en un proceso inconcluso de perfectibilidad, en el cual este crece, comunicando en versos, en sus imágenes y estilo, sus sentimientos e ideas como testimonio de su presencia y ubicación ante los hechos que le conmueven.
En Jack Viaux Renaud los acontecimientos de la Guerra Patria de 1965, en el contexto geopolítico de aquella época, y sobre sus antecedentes políticos y familiares y los de Haití, sufridos por él en destierro, fueron las circunstancias que lo determinaron a su involucramiento físico e intelectual en una crisis dentro de la que se efectuó una metamorfosis integral en su desarrollo, el que irrigó la moral del colectivo social y su vanguardia combatiente en B3, creándose una química que repercutiría inmediatamente en la batalla del 15 y del 16 de junio, en cuyas primeras seis (6) horas, las garras de la guerra destrozaron su cuerpo y su vida al instante en que el cuerpo del ingeniero Pedro Bonilla (primer comandante) caía gravemente herido sobreviviéndoles el autor, igual que Jack (segundo al mando), pero encargado de operaciones.
Como equipo conllevábamos nuestras relaciones con la mayor armonía e interacción de nuestro roles, lo que hacía conocernos.
Hablando ahora solo de Jack, relato que las metrallas de la granada de mortero que vi caer entre nosotros, cuando planificábamos el contraataque para recuperar la zona abandonada bajo presión por el comando de los obreros POASI, destruyeron en él, el despegue de su vida intelectual, humanamente compromisario dentro de un universo de luchas de pueblos, de género, de libertades y derechos que precariamente encarnábamos armados de ideas más que de artefactos bélicos, atrincherados o móviles ante el número uno de los poderes de la historia, “face to face on the borderline” del conflicto ético de la época, que tanto aquí como en Vietnam entonces se libraba, lo cual destaco para que se aprecie a Jack, porque a él, excepto fuertes convicciones éticas trascendentes, nada le obligaba a estar allí con nosotros, cuando bien pudo honorablemente permanecer en la retaguardia con sus cantos y “su” Ana María, seguro en su cuerpo y de su vida, las que generoso y libremente expuso por deber, cuando la mayoría de los jóvenes de nuestra condición social enloquecía en las “boites” y el “rock ‘n roll” que igual culturalmente nos invadía.
La palabra compañero, que originalmente significa “quien comparte su pan y su destino”, tuvo concreción modélica en Jack Viaux en el comando B3. Recuerdo su particular modulación cuando leía sus versos, sencillos, como el hablar común, entendibles para obreros, campesinos, soldados, vecinos, vecinas, amas de casa, muchachas del servicio y estudiantes; congregados bajo de las luces de velas de cera y lamparitas de gas traídos por ellos mismos a los refugios nocturnos en donde mayor era el brillo de sus ojos escuchando con asombro, entre otros actos, el aporte extra de aquel poeta profeta, ejerciendo su vocación pedagógica en la formación de los escuchas, con lo que les comunicaba, expresándonos recíprocamente como en los coros del teatro antiguo, donde él sería el médium.
Serían las dos (2) p. m. cuando entregué su cuerpo y el de Pedro Bonilla al combatiente Cosme Pérez y a mis asistentes Teudi Vizcaíno y a Tomás “el Loco” para su traslado al Padre Billini. La batalla tenía seis (6) largas horas, de las veinte (20) que duró hasta el cese al fuego. Pedro y Jack siguieron en cada uno de nosotros en los combates, con el asesoramiento “in locus” del Estado Mayor con el coronel Héctor Lachapelle Díaz hasta repeler completamente la ofensiva; también acompañados por el comando San Lázaro, con Tony Issa, el Gabi, Ariosto Sosa y Manolo González; el 1J4 con Moisés Blanco Genao, Toribio Peña Jaques, Norge Botello, César Ávila y Orlando Mazara; el PRD con Jaime Cruz y sus “rolitas” del comando San Carlos; independientemente se incorporó a nuestro particular grupo Alfredo Pérez Vargas (Marina de Guerra), caído con Caamaño tras playa Caracoles, aparte, Jimmy Duran, Muñiz y Hanlet Herman siempre estuvieron con nosotros.
Aunque eran parte integral de la estructura organizativa del comando B3, debo un reconocimiento a Leonel Viaux y a su brigada haitiana, competente y estelar. Con menos formalidad a Fico Orsini, “Pichirilo”, “Barahona”, Evelio Hernández, Pujols y hasta que pudo aguantar a George Geara Nasser; igual que a otros libretiradores valientes.
Jack fue un comandante civilista y moral, no militarista, que la guerra cobró como tributo por nuestra causa. Sus poemas de la guerra, no publicados, ¿dónde están?
Tenían las vibraciones del contexto y la penetración de su limpio y optimista modo de pensar y mirar futurista, sin arrogancia elitista, social o intelectual.
Sea esta hoja un granito de arena al busto en su memoria. ¿Quién lo erigirá? ¿El Estado?