En octubre pasado en Rusia los comunistas celebraron el centenario de la revolución bolchevique que culminó con la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas (URSS), Estado disuelto hace casi tres décadas. Su sociedad agraria y feudal dio un asombroso brinco que le permitió competir con Estados Unidos por la hegemonía política, ser potencia militar con programa espacial y sacar su población de la pobreza extrema.
El precio, dictadura feroz con dirigismo estatal, hizo fracasar el invento y la URSS implosionó. Tuvieron su minuto de gloria y logros tangibles de qué enorgullecerse, aunque Putin y compañía hayan optado por ignorar el aniversario. Que Venezuela, donde nadie excepto chavistas recalcitrantes cree que la URSS funcionó, celebrara con marchas forzadas y estribillos comunistas, muestra cuán desquiciados están Maduro y sus camaradas.
“¡Que viva Lenin!”, voceó, quizás envidiando al Fidel de medio siglo antes. Pobre Venezuela, festejando en su velorio… Tenemos demasiados ejemplos del fracaso del dirigismo estatal como para no entender que urge fomentar el imperio de la ley, sin impunidad ni politiquería.