El éxito en términos de desarrollo de un país no es producto del azar. Es el resultado del trabajo de planificación y visión estratégicas del Estado y sus ciudadanos.
Nuestras fragilidades estructurales se deben, fundamentalmente, a la no aplicación de manera efectiva y continua de los esquemas programáticos de desarrollo que hemos incluso ya creado. República Dominicana es nuestro proyecto común.
Debemos apostar por la institucionalización. Ya llegamos a diez millones de habitantes en el país. Cuando cumplan 15 años, los niños que están naciendo ahora deberán ver un país diferente, con avances significativos en todos los ámbitos.
Un desarrollo que no vendrá por casualidad, sino por la determinación clara de lo que queremos y de cómo lo lograremos.
Hay una República Dominicana deseable y posible. Aquella donde exista un desarrollo social y económico sustentable.
Líderes políticos y empresariales auténticos, sinceros y con voluntad de cambiar las cosas para el bien de todos. Servicios sociales básicos de calidad.
El dominicano de 2030 deberá contar con luz 24 horas y una tarifa económica y estable. Agua potable de calidad que incluso sea apta para beber.
Trabajo y oportunidades de progreso. Impulso de la tecnología y eliminación de la brecha digital.
Ya la educación no bastará, tendrá que ser de alta calidad. Deberá ser totalmente normal que cualquier persona de escasos recursos encuentre los medicamentos y tratamientos necesarios para sus problemas de salud.
No necesitaremos el ejército en las calles, porque la delincuencia no será la mayor preocupación de nuestros habitantes.
Todos los dominicanos deberán ser auto sustentables y gozarán de una buena calidad de vida. Se deben eliminar las desigualdades y brechas sociales.
Que una casa no sea un privilegio, sino algo que se da por hecho. Un país que utilice los recursos naturales de manera organizada y productiva, disminuyendo las emisiones de carbono y cuidando el medio ambiente.
Las cosas sí pueden cambiar, siempre y cuando nos mantengamos unidos, Estado y ciudadanía.
Los ideales sociales no han muerto. Los deseos de todos nosotros de un mejor país siguen ahí latentes, ahora con mucha mayor fuerza.
Los políticos no pueden ser obstáculos, sino instrumentos para su concreción. No hay mañana.