Haití. — Los puntos más remotos de Haití comenzaron a recibir el miércoles comida, agua y materiales de construcción mientras decenas de miles de personas reconstruyen lentamente sus vidas tras un devastador huracán de categoría 4 que azotó el país la semana pasada.
En la comunidad costera de Les Cayes, en el sur, un camión de Naciones Unidas repartió agua en el vecindario Sous Roche a los residentes que como Justin Cambry, un pescador de 49 años, esperaban en fila.
La entrega era la primera vez que la localidad recibía ayuda desde el paso de Matthew el 4 de octubre. “La vida está completamente destruida aquí”, dijo Cambry. “Harán falta 20 años para recuperarlo todo”.
Los haitianos se ayudan unos a otros para recuperar la apariencia que tenían sus vidas antes del meteoro al tiempo que esperan la llegada de más ayudas.
Un grupo comunitario que se formó en la localidad costera sureña de Les Anglais comenzó a retirar ramas de árboles de las calles, mientras que otras personas reunían trozos de madera para comenzar a reconstruir las viviendas.
Mientras, más de una docena de personas se congregaron en el exterior de una tienda de barrio en Anse-d’Hainault, en la costa occidental, que servía de refugio improvisado.
El local tiene un pequeño generador que proporciona un poco de luz y permite cargar las baterías de los celulares. “Estamos cuidando unos de otros”, manifestó Walna Gevere, que viajó a su localidad natal desde la capital, Puerto Príncipe, para estar con su familia.
Los que sobrevivieron al huracán enfrentan ahora grandes retos, como pasar días sin comida. El precio del agua embotellada, el blanqueador y otros productos de primera necesidad subieron hasta un 25% en medio de una creciente escasez.
Elancie Moise, ingeniero agrónomo y director del Departamento de Agricultura en el sur del Haití, dijo que en la península del sur se perdieron entre el 80 y el 100% de los cultivos. “Crisis no es la palabra para describir esto”, dijo.
“Se necesita una palabra más fuerte. Esto es mucho peor. No hay comida para alimentar a la gente”. Además se han reportado agresiones a mujeres en albergues, señaló Yolette Etienne, directora del grupo ActionAid in Haiti, con sede en Gran Bretaña.
Etienne supo de los asaltos cuando viajó al departamento de Grand-Anse, en la península suroccidental del país, para evaluar los daños. “Afortunadamente, las mujeres se organizaron para atrapar a los hombres y llamar a la policía”, explicó agregando que los albergues están tomando más medidas preventivas.
Naciones Unidas pidió casi 120 millones de dólares en ayuda de emergencia apuntando que, sólo en el suroeste del país, unas 750.000 personas “asistencia y protección para salvar su vida” en los próximos tres meses. En total, al menos 1,4 millones de personas en toda la región necesitan asistencia, según la ONU.
El secretario de Seguridad Nacional de Estados Unidos, Jeh Johnson, dijo por su parte que el impacto de la tormenta dejó en suspenso una nueva política de deportación de haitianos que viven en suelo estadounidense sin los permisos pertinentes, una práctica que el gobierno tiene intención de retomar en el fututo.
Las autoridades tienen que “ser comprensivas con la situación de la población de Haití, dijo apuntando que cuando las condiciones cambien “tenemos intención de retomar la política”.
La sede de Protección Civil Nacional en Puerto Príncipe elevó la cifra oficial de muertos en todo el país por Matthew a 473, entre ellos al menos 244 en Grand-Anse. Pero autoridades locales dijeron que solo en ese departamento se superan los 500 fallecidos.
El incremento de los casos de cólera es otro de los asuntos que preocupa ahora. La enfermedad mató a unas 10.000 personas y afectó a más de 800.000 desde 2010.
La Organización Mundial de la Salud se comprometió a enviar un millón de dosis de vacunas contra el cólera a país, cuyas infraestructuras de agua y saneamiento resultaron gravemente dañadas.
La incidencia del cólera subió en localidades como Anse-d’Hainault, donde Dabens Desrosiers, de dos años, recibía líquidos para rehidratarse por vía intravenosa.
“Papá, llévame a casa”, murmuraba constantemente a su padre, Gerson Desrosiers, de 31 años. Después de días de tratamiento, el niño estaba a punto de recibir el alta, pero no tenía casa a la que regresar porque Matthew barrió la chabola de madera de la familia.