Creo que el principio de la honestidad presentado por el presidente Luis Abinader para justificar su decisión de buscar la candidatura presidencial por el Partido Revolucionario Moderno en unas primarias cerradas y luego, si es posible, la reelección en los comicios de mayo venidero, es algo muy susceptible y subjetivo. ¿Y si se revelan irregularidades en algunas instituciones del Estado?
Creo que esa consigna política es muy proclive a caer en el vacío y sus defensores quedarse sin discurso para sustentar el continuismo.
Es sabido que desde el Estado se incurren en indelicadezas que pudieran entorpecer cualquier aspiración política. Desde que fueron publicados los resultados de auditorías en varias instituciones con las subsanables anomalías en el manejo de recursos públicos, en el inicio del gobierno, pues desde ahí se ha comenzado a tejer dudas sobre cualquier nivel de transparencia, con cuestionamientos de parte de la ciudadanía
Si esas irregularidades fueron cometidas cuando los funcionarios desconocían el manejo del Estado, ¿qué otras cosas más graves no se cometen después de tener la experiencia? Es bueno formular esta pregunta, cuyas respuestas pudieran venir en el fragor de la campaña electoral.
Es incuestionable la preocupación por la transparencia mostrada por el presidente Abinader, ¿se puede decir lo mismo de los demás funcionarios que lo acompañan en el Gabinete? Es lógico que, desde el Gobierno y el PRM, no se puede retomar la prédica del cambio, como se hizo para la campaña electoral de 2020, y ahora hay que vender una narrativa que justifique el nuevo rumbo de cara a los comicios de 2024, pero podría ser un trayecto muy peligroso enarbolar “el principio de la honestidad”, en virtud de que ningún presidente tiene la capacidad de frenar o evitar actos indecorosos en la Administración pública. La campaña electoral será bien compleja, ya que podría producirse una transición en el sistema político.
Gane o pierda en ese proceso, Abinader cierra su ciclo, al igual que el expresidente Leonel Fernández, mientras que en el caso de Abel Martínez surgirá una indefinición en su liderazgo en el Partido de la Liberación Dominicana, aunque la supremacía del expresidente Danilo Medina estará muy menguada.
Es decir, que el PRM está obligado a no escatimar esfuerzos ni recursos, con el peligro de que se cometan desafueros sobre la vendida transparencia, mientras que los partidos de oposición recurrirán a los medios posibles para descalificar una posible continuidad del gobierno, en lo que no se descarta la divulgación de denuncias -con evidencias o no- de eventuales irregularidades incurridas por funcionarios-dirigentes del PRM, lo que vendría a representar golpes mortales en perjuicio de la reelección.
Creo que el camino de la reelección presidencial no luce tan despejado, contaminado inclusive con muchas promesas incumplidas y frustraciones surgidas durante los años del ejercicio gubernamental, con el conocido retiro de apoyo de sectores que se montaron en la prédica del cambio y con el único interés de sacar al PLD del poder.
Mientras que hay descontento en la militancia y dirigencia del PRM que no han podido subsanarse por haber sido marginados, lo que reduce la matemática factible para garantizar el arrollador triunfo en una primera vuelta, como quieren vender los colaboradores cercanos del Poder Ejecutivo.
Una sólida cohesión de la oposición pudiera ser otro elemento que complicaría el éxito esperado del continuismo, si se obliga a una segunda votación en junio próximo, escenario que no quieren visualizar los promotores de la reelección, pero que se observa muy probable y con ventajas visibles para los adversarios del PRM.
El panorama luce muy complejo y delicado de cara a las elecciones, escenario que no pueden desdeñar los reeleccionistas y la oposición.