De América Latina, el país con la más amplia y amarga experiencia en fraudes electorales es República Dominicana. Balaguer se mantuvo en el poder durante 12 años en base a trampas.
Bajo su régimen, los dominicanos aprendimos qué significa para la democracia el hecho de que una persona o un grupo se aferre al poder: sangre, dolor, represión, exilio y muerte.
Los dominicanos sabemos qué significa un apagón en la madrugada en medio del conteo de votos, un estado de sitio, un toque de queda.
El dominicano sabe muy bien qué significa modificar la Constitución para “legalizar” la reelección. Nuestros políticos tienen un máster en la compra de cédulas y votos, robo de urnas y cambiar resultados en las actas (con o sin escáneres). Balaguer ganaba con los votos de los muertos.
Ni hablar de corrupción, bien sea a ritmo de samba y Odebrecht o vallenato descompuesto. Por eso, al ver lo que pasa hoy en Honduras uno diría que nos están copiando.
Honduras no solo nos copia, nos quiere superar.
Desde Leonel, pasando por Hipólito hasta llegar a Danilo, cada presidente que se ha querido reelegir ha tenido al menos la “delicadeza” de comprar los legisladores necesarios para modificar la Constitución. Si es preciso, hasta se buscan unos “expertos” constitucionalistas capaces de convencernos de que el infierno no es tan caliente como dicen, pues allí -y lo juran por el mismo Dios- “hace un frío del diablo”.
Sucede que a pesar de estar prohibido por la Constitución de Honduras, el presidente Juan Orlando Hernández logró imponer su candidatura gracias a un fallo de la Suprema Corte y el Tribunal Superior Electoral, los cuales controla.
Las elecciones del 26 de noviembre transcurrieron con cierta normalidad, a pesar de que en el padrón aparecía un millón de muertos habilitados para votar.
Cuando se había contabilizado poco más del 50 % de los sufragios, y era evidente que el opositor Salvador Nasralla aventajaba al candidato oficialista por más de 5 puntos, se suspende de manera abrupta el conteo debido a “fallas” en el centro de cómputos. Más de 5,000 actas fueron alteradas.
Cuando se reanuda el conteo, el candidato oficialista tiene una ligera ventaja de 1.5 puntos. El fraude era evidente.
La oposición se lanza a las calles. El ejército reprime. La crisis ha comenzado.
Desde aquí, esperamos que así como el sector más corrupto y conservador de Honduras ha copiado de los tramposos dominicanos, el pueblo hondureño sabrá enfrentar a quienes intentan arrebatarle el triunfo.
Lo contrario sería la entronización de una dictadura, algo inaceptable en estos tiempos, aquí y allá.